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Actualizado: 3 de octubre de 2025


Este balbució algunas palabras, le saludo de un modo incoherente, y le dijo al fin, después de comenzar muchas frases, que estaba seguro de tener delante á su buen tío; pero al ver que éste no le daba contestación ni desarrugaba el ceño, se calló, quedándose cabizbajo y lleno de vergüenza. Por último, el realista habló. No debiera venir á verte, ni acordarme de ti. Mereces lo que te pasa.

Falsos conceptos unas veces, otras estímulos de vanidad literaria, me arrastraron a hacerlo. Me arrepiento, en primer término, de haber principiado a novelar demasiado pronto. En la edad juvenil se puede ser excelente poeta lírico, pero no cultivar con acierto un género tan objetivo como la novela realista.

¡Qué niño es usted! dijo el realista; ¿qué importa que esa gente tenga algún prestigio? ¿Y no significa nada el apoyo de aquella persona tan alta ... de aquél que todo lo puede? ... Del Rey, dígalo usted de una vez. Ya sabe usted cual es el pensamiento del Rey.

»Y ¿a dónde íbamos los dos por la florida senda en que acabábamos de encontramos como dos pastores de un idilio algo realista? Ni él me lo había dicho, ni yo se lo había preguntado, ni, en honor de la verdad y de la buena casta de mi ardoroso sentimiento, por no decir amor, se me ocurrió semejante pregunta.

El militar tendió una mano al realista, que alargó dos dedos fríos y huesosos, y salió de la sala; al llegar á la puerta, quiso entablar de nuevo la conversación; pero la reverencia que le hizo la joven acabó de desesperarle. Salió, y se paró fuera otra vez. No olvide usted lo que le he dicho. Usted no puede vivir de esta manara dijo, bajando el primer escalón. Es preciso que usted...

El militar estaba atónito y algo corrido. Parecíale que aquello era una réplica indirecta á su expresiva disertación del camino; y aunque se le ocurrió contestarla, vió en el rostro de Elías una expresión de contumacia y ferocidad que le intimidó. Su atención estaba en parte reconcentrada en la compañera del realista.

Negó y lloró tan sólo, argumento que el realista tomó como la última expresión de la hipocresía y el engaño. Prepárate, Clara, á salir de aquí. No mereces los sacrificios que he hecho por ti. A ver si ahora compras florecitas y arreglas cintajos para coquetear en la ventana. Vas á vivir de aquí en adelante en compañía de unas personas cuya protección no mereces tampoco.

Pos no tiene mala cabeza é pelailla pa jugar á los trucos dijo el matutero, dándole un papirotazo en mitad del cráneo." El realista estaba lívido de cólera: apretaba los puños en convulsión nerviosa, y en sus ojos brillaron lágrimas de despecho.

En sus versos era casi siempre religioso y moral; ya ascético, ya místico, sin mezcla de molinosismos; pero en prosa, como si ya en los versos hubiese gastado toda la poesía de su alma, era de lo más prosaico y realista que puede imaginarse. De esta disonancia entre su palabra rítmica y su palabra desatada del ritmo resultaba una extraña contradicción.

Su melancolía creció, se puso descolorida y extenuada, y llegó á hacer temer graves peligros para su salud. Coletilla no pudo permanecer indiferente á la enfermedad de su protegida, y trajo un médico el cual expresó su dictamen muy brevemente, diciendo: "Si usted no manda á esta chica al campo se muere antes de un mes." El realista pensó que la muerte de aquella muchacha sería un contratiempo.

Palabra del Dia

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