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Actualizado: 12 de junio de 2025


¿Usted está seguro de que tiene... querido? Como de que ahora es de día. ¿Y de que el querido es un mozo aldeano? señora: un rapaz guapo por cierto; el que toca la gaita en las fiestas de Naya y en todas partes. Le he visto venir aquí mil veces, el año pasado, y... andaban juntos. Es más: me consta que trataban de sacar los papeles para casarse. señora: me consta. Ya ve usted que....

Entre estas las había de muy diversas edades, desde la directora, una ágil morenilla de catorce, hasta un rapaz de dos años y medio, todo muerto de vergüenza y temor, y un mamón de cinco meses, que por supuesto venía en brazos. ¡Hombre! exclamó Borrén al ver a la morena. ¡Pues si es la chiquilla del barquillero! Somos conocidos antiguos, ¿eh? , señor... contestó ella intrépidamente . La misma.

Mudó Sancho plática, y dijo a su amo: -Maravillado estoy, señor, de la desenvoltura de Altisidora, la doncella de la duquesa: bravamente la debe de tener herida y traspasada aquel que llaman Amor, que dicen que es un rapaz ceguezuelo que, con estar lagañoso, o, por mejor decir, sin vista, si toma por blanco un corazón, por pequeño que sea, le acierta y traspasa de parte a parte con sus flechas.

Nucha permanecía ojo alerta. Un día que acudió más diligente al cacareo delator, divisó agazapado en el fondo del gallinero, escondiéndose como un ratoncillo, un rapaz de pocos años. Sólo asomaban entre la paja de la nidadura sus descalzos pies.

La dama del castillo supo sólo que su huésped o prisionero era un rapaz imberbe, que tendría dieciséis años a lo más, y del que D. Diego se había apoderado, sorprendiéndole sin armas y en compañía de otros rapaces cazando pajarillos con red y con liga, cimbel y reclamos, en las orillas de un arroyo no lejos de Monturque.

Pomerantzev estaba satisfechísimo de su cuarto, y se pasaba largos ratos contemplando los cuadros, de los que uno representaba una muchacha guardando unos patos; otro, un ángel bendiciendo la ciudad, y el tercero, un rapaz italiano. Invitaba a todos a visitar su cuarto, y tenía una singular complacencia en que el doctor Chevirev fuese a verle lo más a menudo posible.

Eso es lo que dices, pero lo que es á , ver y creer. Venga el zurrón. No lo esperéis. ¡Por los clavos de Cristo! ¿No sabes, rapaz, que puedo descuartizarte en un santiamén? Dado os hubiera las pocas monedas que poseo si me hubiérais pedido en nombre de la caridad. Pero amenazáis como un bandido y sabré defenderme.

Somos marineros, y por eso miramos los peligros que apareja la travesía. Al mar, cuanto más se le conoce más se le teme. No le temen los que no le conocen. Yo le conozco y no le temo. No le teme, porque usted no teme ninguna cosa, si no es a Dios. ¿Cuántos marineros sois? Cinco y el rapaz, que no merece ser contado.

Cumplió Nuño las órdenes, y pocos instantes después compareció el rapaz ante la hermosa dama, que le recibió, como juez severísimo, con imponente autoridad y compostura. Nuño y Leonor se retiraron a una señal de la dama. Esta quedó sentada en un sillón de brazos, como si fuera tribunal o trono. El rapaz estaba de pie enfrente de ella, con ademán muy respetuoso por cierto, pero en manera alguna temeroso ni turbado. Con enérgicas palabras la dama le echó en cara su fea conducta, le amonestó para que se corrigiese, y le exigió que pidiera perdón de su culpa.

Así dio por cierto que el rapaz, su cautivo, llevaba en la frente la marca y el sello de un genio casi sobrehumano, y que delante de él se abrían luminosos horizontes de gloria y largo camino de triunfos y de grandezas. Como quiera que fuese, doña Mencía no pudo resistir a la tentación de volver a ver al rapaz. Para cohonestarla, antes de caer en ella, se le ofrecían tres razonables motivos.

Palabra del Dia

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