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Actualizado: 24 de mayo de 2025


No por eso perdieron nuestros Misioneros las esperanzas de reducirlos; antes mientras más oposición hacía el demonio, se azoraban más á quitar de sus garras infernales estas almas. Procuraron luego de dar forma, cómo volver á reducirlos.

Todo lo que se puede querer a una persona dijo ella, inclinando la cabeza, que le pesó, sin duda, por una extraordinaria aglomeración de recuerdos. Cordero sintió un nudo en su garganta. Necesitó tragar algo para quitar aquel estorbo y poder decir: ¿Y siempre lo mismo? Siempre le quería lo mismo y no pensaba más que en él, a todas horas, dormida y despierta. ¿Y cuando estaba ausente?

Yo no os he dado carta alguna para don Francisco. Tenéis razón; es que sueño con ese hombre. Quise decir la carta que me habíais dado para el señor duque de Lerma. ¿Qué, os la quitó?... Me la sacó... , señora... no cómo... pero me la sacó... y se quedó con ella. ¡Que se quedó con ella!... ¿y por qué os dejastéis quitar esa carta? exclamó con cólera la abadesa.

El gobierno no me puede quitar ser escritor público, ni puede impedir que haya muchos hombres que sepan leer en el continente y en las Américas. No te apures. Vístete y vamos. En último término, nadie puede evitar que yo acabe como Licurgo. ¿Qué sucedió á Licurgo? pregunta mi mujer. Se murió de hambre.

No tenían escrúpulo en colocarse de pie sobre ellos y hasta encaramarse sobre los mismos santos, cuando así lo requería la necesidad de quitar el polvo a alguna moldura o poner un cirio en el paraje designado. La madre abadesa desde el coro, con la frente pegada a las rejas, dictaba sus órdenes como un general en jefe, con vececita delgada y áspera.

La miró Sebastiana con malicia, al mismo tiempo que una sonrisa bondadosa dilataba su rostro carrilludo y cobrizo. ¿Ya tiene celos, niña?... No se ponga colorada por eso. A todas nos pasa lo mismo cuando queremos á un hombre. Lo primero que pensamos es que alguna nos lo va á quitar... Pero aquí no hay motivo. Usted es una perla, patroncita.

Y para que me tuviesen por hombre de partes y conocido no hacía sino quitar el sombrero a todos los oidores y caballeros que pasaban, y sin conocer a ninguno les hacía cortesías como si los tratara familiarmente. Ellas se cegaron con esto y con unos cien escudos en oro que yo saqué de los que traía, con achaque de dar limosna a un pobre que me la pidió.

La operación, pasados los cuarenta días de penitencia, terminaba por escribir en un papelito, como los de cigarro, ciertas palabras mágicas que él sabía, él solo; luego se soltaba el papelito en el aire, y mientras el viento lo llevaba de aquí para allá, ella y él rezarían devotamente oraciones mochas, sin quitar los ojos del papel volante.

-Eso pido -replicó Sancho-; y lo que quiero saber es que me diga, sin añadir ni quitar cosa ninguna, sino con toda verdad, como se espera que la han de decir y la dicen todos aquellos que profesan las armas, como vuestra merced las profesa, debajo de título de caballeros andantes...

Una vez, con unos cuantos compañeros suyos, publicó en el colegio un periodiquín manuscrito, y por supuesto revolucionario, contra cierto pedante profesor que prohibía a sus alumnos argumentarles sobre los puntos que les enseñaba; y como un colegial aficionado al lápiz pintase de pavo real a este maestrazo, en una lámina repartida con el periodiquín, y don Manuel, en vista de la queja del pavo real, amenazara en sala plena con expulsar del colegio en consejo de disciplina al autor de la descortesía, aunque fuese su propio hijo, el gentil Manuelillo, digno primogénito del egregio varón, quiso quitar de sus compañeros toda culpa, y echarla entera sobre ; y levantándose de su asiento, dijo, con gran perplejidad del pobre don Manuel, y murmullos de admiración de la asamblea: Pues, señor Director: yo solo he sido.

Palabra del Dia

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