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Actualizado: 8 de junio de 2025
Llegó la ocasión ineludible de cambiar el cuarto en que vivían por otro más modesto y barato. Doña Francisca, apegada a las rutinas y sin determinación para nada, vacilaba. La criada, quitándole en momentos tan críticos las riendas del gobierno, decidió la mudanza, y desde la calle de Claudio Coello saltaron a la del Olmo.
Y á la verdad era bien necesario este consorte celestial para darle ánimo y aliento en la dura y continuada batalla con el enemigo infernal, que dolorido fuertemente de que un viejo idiota y sin letras corriese por el camino de la más alta perfección y se burlase de él quitándole tantas almas de sus manos, no le dejaba de perseguir de día ni de noche, ya apareciéndole en forma de feísimos animales, ya espantándosele con otras visiones abominables.
Aquel hombre que le había desafiado, insultándole impunemente mientras le tenía metido en su barraca como una gallina; su mujer que por primera vez le imponía su voluntad, quitándole la escopeta; su falta de valor para colocarse frente á la víctima cargada de razón: todo eran motivos para que se sintiese confuso y atolondrado. Ya no era el Pimentó de otros tiempos; empezaba á conocerse.
Salió, en esto, de través un ministro, y, llegándose a Sancho, le echó una ropa de bocací negro encima, toda pintada con llamas de fuego, y, quitándole la caperuza, le puso en la cabeza una coroza, al modo de las que sacan los penitenciados por el Santo Oficio; y díjole al oído que no descosiese los labios, porque le echarían una mordaza, o le quitarían la vida.
El viérnes santo, miéntras duraba el sermon de la pasion, dábanse todos «muchas bofetadas y golpes de pechos ...» «Luego se ordena la procesion por la plaza, y calles principales, llevando en unas andas la imágen de bulto de Cristo crucificado, y en otras la de la Santísima Virgen, con mas de doscientas luces, en un silencio y compostura tan grande que no se oye una palabra, sinó los azotes de un crecido número de penitentes de sangre, arrastrando sogas y palos pesados, y otros vestidos de nazareno, con cruces á los hombros, cantando los coros de músicos el miserere ...» «Varios coros en la iglesia cantan lamentaciones, mientras duran las penitencias y penitentes que van pasando delante del monumento, haciendo reverencia y mas recia disciplina á vista de la imágen de Cristo crucificado .» Cuando sobrevenía una peste, inmediatamente se rezaba una novena, acompañada de ayunos y otras penitencias; entónces; «cada noche hay plática y acto de contricion, y se van siguiendo las parcialidades á hacer disciplina, y si algunos por viejos, ó por la novedad del ejercicio, su dan con poca fuerza, se enojan los oyentes, y le riñen que apriete la mano .» Así pues, segun el estado de exageracion religiosa de la España en aquella época, los Jesuitas á mas de los principios de sana moral y de la religion católica, impusieron á los fanáticos Moxos esos castigos corporales, que los ultrajaban, quitándole no poco á su dignidad de hombres.
La ignorancia, la rusticidad, la miseria en el vivir completan esta abominable pieza, quitándole todos los medios de disimular su descarnado interior. Contando por los dedos, es capaz de reducir a números todo el orden moral, la conciencia y el alma toda.
Palabra del Dia
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