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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Y á la verdad era bien necesario este consorte celestial para darle ánimo y aliento en la dura y continuada batalla con el enemigo infernal, que dolorido fuertemente de que un viejo idiota y sin letras corriese por el camino de la más alta perfección y se burlase de él quitándole tantas almas de sus manos, no le dejaba de perseguir de día ni de noche, ya apareciéndole en forma de feísimos animales, ya espantándosele con otras visiones abominables.
Hay pocos y feísimos carruajes de plaza: en las fuentes públicas noté el mismo uso de las cubas de nuestros gallegos. No ví ningun templo monumental ni de arte, la ciudad no es muy animada, y su grande poblacion apénas se ve.
La Plaza de las Verduras, extensísima, muy desnivelada, de trazado irregular, con grandes y viejos edificios históricos, y con otros vulgares y feísimos, viejos también, nos pareció una amplificación del Corrillo de la Hierba. Su lado más largo y más alto estaba todo lleno de puestos de frutas, legumbres y otros comestibles.
Por más que Isidora reconociera la importancia moral de aquella casa, no podía remediar que le fueran antipáticos el establecimiento, la tienda, llena de feísimos objetos, la trastienda donde trabajaban Rafael y sus oficiales, y la vivienda toda, honrada, virtuosísima, modelo de dignidad, de laboriosidad y de cristianismo, pero impregnada de un cierto olor de badana cruda, con malas luces y ruidos de taller.
La fuerza de tan vehementes imaginaciones junta con el desorden de pasiones tan extravagantes, arrastraban al juicio, y los hacia caer en feísimos errores. No se ha acabado la raza de estos Escritores, que por la depravada imaginacion, y pasiones vehementes que la acompañan, publican enormes extravagancias.
Sobre la mesa descansaban algunos breviarios, algunas plumas de ave, algunos tinteros y una buena cantidad de polvos de escribir. Un armario inmenso, colosal, tapaba casi por entero uno de los lienzos de la estancia. Cerca de él, amontonados formando pila, unos cuantos feísimos y desvencijados cofres.
Y el Todopoderoso continuó el tío Correa no pudo menos de reconocer cierta gracia en estos adornos mujeriles que al principio había considerado feísimos.
Quiso seguir este camino, mas sus conductores le advirtieron que mirase dónde iba á parar aquella hermosura, y vió que iba á rematar en ciertas profundidades y altísimos precipicios, de donde salían disonantísimos gritos y vocinglería, de suerte que se persuadió estaban celebrando allí sus paisanos algún solemne banquete; pero bien presto le sacó del engaño una cuadrilla de demonios feísimos con terribles semblantes y descompasados movimientos del cuerpo; unos con cara de tigres, otros de dragones y cocodrilos y algunos con apariencias de tan monstruosas y terribles formas, que no sufría el ánimo mirarlos; echaban todos por la boca y por las otras partes del cuerpo llamas de color negro y espantoso, y gritando y discurriendo de una parte á otra remedaban las danzas y bailes de los indios, hasta que agarrándose del pobre neófito, que estaba todo temblando creyendo que aquella fiesta era por él, hicieron gran fiesta gritando: «El, él es, Xarupá nuestro amigo, que antiguamente era nuestro devoto y usaba de los hechizos maléficos que enseñamos á sus abuelos.»
Palabra del Dia
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