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Actualizado: 29 de julio de 2025


Juzgando por lo que oía en torno suyo, parecíale que en la conducta del desconocido había algo extraordinario... algo de humillante para ella, y que por su propia dignidad no debía decir. Hubiera muerto antes que hablar o quejarse... Al octavo día, que era de gran representación, distinguió en el palco del Rey a su desconocido, que la estaba contemplando.

Y otras frases por el estilo que indicaban que la fiel esposa volvía por la dignidad de su marido con más cuidado que él mismo. En cambio, ella se humillaba la pobrecilla y siguió padeciendo los desdenes de su madre y de su hermana sin quejarse. Mario no pudo resistir la tentación de pasar aquella mañana por delante de la casa. Los balcones estaban cerrados y no vio a nadie.

Luego, se vestía con un ligero traje de caza, tomaba la escopeta, y emprendía famosas, descomunales correrías de seis y ocho leguas, sin que nadie le oyera, jamás quejarse de cansancio. Si nevaba, se ponía el impermeable, las botas altas y la gorra de pelo, y salía a matar palomas torcaces o gachas por las cercanías de la posesión.

En seguida me alargó la mano y me dijo: Compadre, es V. el único hombre de talento que ha caído en mi poder. Todos los demás tienen la maldita costumbre de procurar entristecerme, de llorar, de quejarse y de hacer otras tonterías que me ponen de mal humor. Sólo V. me ha hecho reir: y si no fuera por esas lágrimas...

Por fortuna don Manuel José Ramón era la imagen viva de la Providencia, según generosamente daba y repartía, sin quejarse, sin regañar; antes bien, regodeándose de ver tanto gusto y apetito satisfechos. Adoraba a la familia y se recreaba en ella. También él era feliz, porque si algún bien positivo hay en el mundo, es el que sienten mano y corazón en el momento de dar algo.

Materialmente, no puede quejarse... Es joven y fuerte... Y, después, parece que no lo tratan mal. Hace poco le han hecho entrar en la oficina, donde parece que presta buenos servicios. Su existencia es así menos miserable... Pero, moralmente... ¿Sigue afirmando su inocencia?

¿Cómo explicaba usted este hecho? ¿No tenía siempre las mismas razones de quejarse? El señor la trataba mejor desde hacía algún tiempo. ¿Es cierto lo que dice? No es cierto. Si yo hubiese reconocido ante la Condesa mis faltas, si la hubiera pedido que me excusara, todavía estaría viva.

Y paseábase indignado, especialmente al quejarse de los olvidos del sábado. Bien se notaba en el aspecto de su persona, que parecía dividida en dos partes.

El famoso Gran Canal, teatro de tanto recuerdo, por cuyas serenas ondas han cruzado tantos valientes capitanes, tantos inspirados artistas, tantas hermosas mujeres, tantos arrojados marinos, todo el senado y aristocracia veneciana en sus elegantísimas góndolas: ese celebrado canal, que ha escuchado tantas palabras de amor, tantas serenatas de trovadores, que ha presenciado tantas citas, que ha servido de palenque á la bulliciosa alegría de sus animadísimos carnavales, ese lindísimo canal, que víó cercar sus riberas por ámbos lados de estupendos palacios de mármol, que se víó surcado, sin quejarse, por tantos centenares de lujosísimas góndolas; ese histórico canal, que crecia en magnificencia y hermosura todos los dias á compas de las conquistas venecianas que le adornaban de mármoles y jaspes preciosos; ese canal, digo, contemporáneo de la grandeza de la república, es hoy testigo tambien de su postracion y abatimiento.

-Si eso es así, no tengo yo qué replicar -respondió Sancho-, pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra merced se quejara cuando alguna cosa le doliera. De decir que me he de quejar del más pequeño dolor que tenga, si ya no se entiende también con los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse.

Palabra del Dia

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