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Actualizado: 15 de julio de 2025
Viendo los Canarios que no podian cogerle, hicieron tocar á rebato, y trageron dos tiros, que dispararon cuatro veces contra el navio mas cercano. El primero hizo pedazos una olla de agua, de cuatro ó cinco arrobas; el segundo quebró el último árbol de la nave; el tercero hizo un agujero grande en el costado, y mató á un hombre, y aunque erraron el cuarto, quedó muy maltratada la nave.
Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba. ¡Dorotea! alcanzó a lanzar en un estertor. ¡Dame caña! Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno. ¡Te pedí caña, no agua! rugió de nuevo. ¡Dame caña! ¡Pero es caña, Paulino! protestó la mujer espantada.
53 Mas una mujer dejó caer un pedazo de una rueda de molino sobre la cabeza de Abimelec, y le quebró los cascos. 54 Y luego él llamó a su escudero, y le dijo: Saca tu espada y mátame, para que no se diga de mí: Una mujer lo mató. Y su escudero le atravesó, y murió. 55 Y cuando los israelitas vieron muerto a Abimelec, se fueron cada uno a su casa.
¡Y me equivoqué! Porque un instante después pude ver, entrando vacilantes y de la mano, por la puerta de la sala, a nuestros cuerpos muertos, que volvían obstinados... La voz se quebró de golpe. ¡Cocaína, por favor! ¡Un poco de cocaína! Todo el día, sentados en el patio en un banco, estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz.
Prosiguieron la marcha, y á la noche llegaron á la villa de Lujan, y reputaron haber andado este dia 50 y media millas por el S, 86° 50' O corregido. Este dia llegaron á la Guardia de Lujan, y tuvieron que demorarse para reemplazar el eje del coche que se quebró. El arroyo, del cual toma la Guardia el nombre, desagua en el rio Paraná, en el Rincon del Chanchillo, ó estancia de Campana.
Muñoz temblaba, una nube oscureció violentamente las imágenes, se sacudió, habló en voz alta, para apartar de su alma los vestigios de la horrible alucinación. Quiso beber, pero se torcieron sus dedos, convulsivamente, sobre la copa diminuta, y el delgado cristal se quebró hiriéndole en la palma: la mano se agitó salpicando sangre.
29 Volvió sus aguas en sangre, y mató sus peces. 30 Engendró ranas su tierra, ranas en las camas de sus mismos reyes. 32 Volvió sus lluvias en granizo; en fuego de llamas en su tierra. 33 E hirió sus viñas y sus higueras, y quebró los árboles de su término. 34 Dijo, y vinieron langostas, y pulgón sin número; 35 y comieron toda la hierba de su tierra, y comieron el fruto de su tierra.
¡Viva mi amo y señor, el duque Meñique! gritó el gigante, con una voz que puso azules de miedo a los cortesanos, quebró el estuco del techo, e hizo saltar los vidrios de las seis ventanas.
Antojáronsele cerezas frescas en el mes de Diciembre, y no cabiendo en lo humano adquirirlas así a ningún precio, ni falsificarlas, como se había hecho con tantas otras cosas falsificables en idénticos casos, creció con el obstáculo la fuerza de su empeño, llegó la corajina al paroxismo; y aquel hilillo tenue de vida, a tan duras penas conservado, se quebró de pronto como el de una tela de araña, sin un sonido ni una vibración.
Fué tal el golpecillo, que me desatinó y sacó de sentido, y el jarrazo tan grande, que los pedazos dél se me metieron por la cara, rompiéndomela por muchas partes, y me quebró los dientes, sin los cuales hasta hoy día me quedé. Desde aquella hora quise mal al mal ciego, y aunque me quería y regalaba y me curaba, bien vi que se había holgado del cruel castigo.
Palabra del Dia
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