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Actualizado: 3 de junio de 2025


Yo algo de esto. Conozco el hambre y el frío de los calabozos; he vivido en Siberia... Pero frente á nuestra tiranía ha existido siempre una protesta revolucionaria.

Veo que no es flojo tu trabajo. ¡Lo feo y lo bonito! Ahí es nada... ¿Te ocupas de eso?... Dime, ¿sabes leer? No, señor. Si yo no sirvo para nada. Decía esto en el tono más convincente, y el gesto de que acompañaba su firme protesta parecía añadir: «Es usted un majadero en suponer que yo sirvo para algo.» ¿No verías con gusto que tu amito recibía de Dios el don de la vista?

Y luego, sacudiendo la cabeza, y extendiendo los brazos hacia el techo, había añadido en voz alta, para dar más solemnidad a su protesta: ¡Salvarme o perderme! pero no aniquilarme en esta vida de idiota.... ¡Cualquier cosa... menos ser como todas esas! Y a los pocos días cayó enferma.

Reía, sin detenerse en su carrera, y la luz de los relámpagos le sorprendió varias veces avanzando el brazo derecho con un dedo en alto, mientras chocaba la mano izquierda en la parte inferior del codo, realizando un ademán de protesta tan popular como poco decente.

No sea loco; no haga juicios temerarios. Deje en paz a las personas tranquilas. Pero Manzanares decía esto con un tono de mansa protesta, brillando al mismo tiempo en sus ojos cierta satisfacción.

Al día siguiente era el entierro. Todos los albañiles de Madrid proponíanse aprovechar las horas del descanso de mediodía para asistir a él, dándole la significación de una protesta contra las rapiñas de los poderosos. Isidro quiso también acompañar el cadáver hasta el cementerio. Era todo lo que podía hacer por su padrastro.

Era el terror de los siglos de Inquisición que aún vivía en aquel pequeño mundo paralizado. El perrero era el único que no mostraba miedo y hablaba en público del cabildo y del cardenal. ¡A él qué...! Casi deseaba que lo echasen de «aquella cueva», para dedicarse a su afición favorita, volviendo a la plaza de Toros sin protesta de la familia.

Un abogado vino a verle un día, de parte de Esteven, para que firmara ciertos documentos que eran indispensables para la terminación de la testamentaría, y él firmó y firmó también Casilda, al pie del nombre de Gregoria, estampado el suyo con segura mano; deseosos ambos de concluir de una vez, sin protesta, porque no tenían ya fuerza para seguir la lucha.

¡Viva la Virgen! gritaban con el enardecimiento de una lucha en la que habían llevado la mejor parte. ¡A Begoña! ¡A Begoña! aullaba Urquiola agitando el revólver al frente de un grupo. Y las aclamaciones á la Virgen, interrumpíanlas con frecuentes descargas. Sin cesar en sus cánticos, hacían fuego sobre todos los que al borde de la cuesta contestaban á sus aclamaciones con gritos de protesta.

De pronto, un silbido en el puente, un estrépito en la proa de cabrestantes sueltos y cadenas escurriéndose. El buque quedó inmóvil; acababa de anclar, en espera de que se aclarase la atmósfera. Y entonces, por una de esas inconsecuencias propias de las muchedumbres, se reprodujo la protesta en los mismos que se habían quejado al ver el buque en marcha. ¡Estos alemanes cachazudos y prudentes!

Palabra del Dia

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