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Después, al mismo tiempo, con los cabrestantes empezábamos a estirar las amarras atadas al palo mayor y a las dos anclas, hasta conseguir que el barco se tumbase por una banda y descubriera la quilla. Antes había que calafatear las aberturas de un lado, para que no entrase el agua.

La airosa y altísima arboladura, la animación del alcázar, la vista del cielo y la bahía, el admirable orden de cuantos objetos ocupaban la cubierta, desde los coys puestos en fila sobre la obra muerta, hasta los cabrestantes, bombas, mangas, escotillas; la variedad de uniformes; todo, en fin, me suspendió de tal modo, que por un buen rato estuve absorto en la contemplación de tan hermosa máquina, sin acordarme de nada más.

En último término, el castillo de proa, espacio triangular que tenía en su vértice un pequeño mástil para la bandera de la Compañía cuando el buque entraba en los puertos. Y en este triángulo, ocupado por los cabrestantes a vapor que elevaban o descendían las anclas, también abrían los ventiladores sus tentáculos respiratorios, sus bocas de serpentón ávido de oxígeno.

Me paseé errante por la cubierta, mirando aquí y allí la brújula iluminada, los montones de cabrestantes, las piezas de la máquina envueltas en una claridad ardiente, golpeando con cadencia; la humareda negra que se elevaba de las chimeneas ennegreciendo el firmamento; los marineros de barba rubia inmóviles en sus puestos, y las figuras de los pilotos sobre el puntal, altas y sombrías en la noche.

Un pueblo apreciable, en la costa más encantadora que se conoce, practica una extraña fiesta: reúnense allí quinientos ó seiscientos atunes para quitarles la vida á todos en un mismo día. En un vasto recinto de barcas, la larga red, la almadraba dividida en varios compartimientos, levantada por cabrestantes, hácelos llegar pausadamente y meter en el cuarto de la muerte.

Llevaban molinete á proa, en el centro ó hacia un costado, con objeto de dejar en el opuesto mayor espacio á la colocación del batel. Escalante indica que también se servían en su tiempo de cabrestantes, y en caso preciso levaban con los aparejos reales. Llevaban en la proa dos escobenes grandes forrados de plomo, con reborde al exterior, y dos gateras á popa para paso de las coderas.

De pronto, un silbido en el puente, un estrépito en la proa de cabrestantes sueltos y cadenas escurriéndose. El buque quedó inmóvil; acababa de anclar, en espera de que se aclarase la atmósfera. Y entonces, por una de esas inconsecuencias propias de las muchedumbres, se reprodujo la protesta en los mismos que se habían quejado al ver el buque en marcha. ¡Estos alemanes cachazudos y prudentes!

A lo lejos contestaban á las campanas el silbido de las locomotoras, el chirrido de los cabrestantes de los barcos y los gritos de las cargueras que reñían por preeminencias en el trabajo, al comenzar su vaivén de los buques á tierra, con la cabeza abrumada por los fardos.