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Actualizado: 23 de junio de 2025


¡Oh, no! La hermana San Sulpicio ha sido siempre una criatura traviesa y rebelde. ¡No puede usted figurarse lo que me ha dado que hacer mientras fue educanda! ¡Jesús, qué chica! Parecía hecha de rabos de lagartijas. Aun hoy habrá usted advertido que su carácter es bastante distinto del de su prima.

La hija del doctor no se dignó responder y su prima salió del aposento prorrumpiendo en sollozos. El señor de Avrigny detúvola al pasar. Amaury, estupefacto, estaba como clavado en su asiento. Ven, hija mía; ven conmigo, Antoñita dijo en voz baja el doctor. ¡Ay, padre mío! ¡Soy muy desgraciada! gimió la pobre joven.

¿Para quién? Para Ruritania. ¿Hacía yo bien o mal en representar aquel papel? No lo ; ambos caminos eran peligrosos y no me atreví a decirle la verdad. ¿Sólo para Ruritania? le pregunté dulcemente. Súbito rubor coloreó sus primorosas facciones. Y también para tus amigos dijo. ¿Amigos? Y para tu prima murmuró por fin; tu amante prima. No pude hablar. Besé su mano y salí indignado contra mismo.

Contaban que de muchacho había tenido amores con su prima Juana, aquella señora austera llamada por todos «la Papisa», que vivía como una monja y gozaba de enormes riquezas, regalándolas pródigamente en otros tiempos al pretendiente don Carlos, y ahora a las gentes eclesiásticas que la rodeaban.

Calla, Rafael repuso su prima . Debemos hacer con nuestros amigos lo que hicieron los buenos hijos de Noé con su padre. ¿Qué dice? preguntó la marquesa. Nada, madre respondió la condesa ; habla de la pieza sin haberla leído. ¿Y Marisalada? pregunto Rafael , ¿ha subido al Capitolio en un carro de oro puro, tirado por aficionados?

Mas el rostro de mi tío tomó una expresión de descontento y mi prima levantó las cejas, con un movimiento que le era peculiar, para demostrar su disgusto; movimiento tan lleno de desdén, que estuve por creer que había dicho una necedad. Después del almuerzo dimos una vuelta por el bosque.

Vamos a ver, señor don Alejandro, y antes que se me olvide: yo, metiéndome quizá más adentro de lo que debiera, a una pregunta que me hicieron ayer ciertas comparientas de usted, me permití responder afirmativamente. Si no se explica usted más... Voy a ello: la hija, que, cuando habla de usted con sus amigas, le llama «mi tío Alejandro», y de Nieves «mi prima Nieves...» ¡Demonio!

Pero todos estos méritos habrían sido inútiles hasta el fin del mundo, si no se le ocurriera a Pepe Samaniego establecer el comercio de ropa blanca con arreglo a los últimos adelantos del extranjero, y llevar a él a persona tan inteligente y para el caso como su prima. El plan era vastísimo.

Le acompañaba en tan dulce ocupación un criado de su prima, y en tanto yo, sin libertad para correr por Cádiz, como hubiera deseado, me aburría en la casa, en compañía del loro de Doña Flora y de los señores que iban allá por las tardes a decir si saldría o no la escuadra, y otras cosas menos manoseadas, si bien más frívolas.

De Pas sentía unas dulcísimas cosquillas por todo el cuerpo al oír a la Regenta; y sin pensarlo se inclinaba hacia ella, como si fuera un imán. Afortunadamente las otras damas y el Arcipreste iban muy enfrascados en una agradable conversación que tenía por objeto despellejar a la pobre Obdulia. Ripamilán citaba, como solía en tal materia, al Obispo de Nauplia, la fonda de Madrid, los vestidos de la prima cortesana, etc., etc. No cabe negar que la resolución del Magistral estuvo a punto de quebrantarse, pero le pareció indigno de él mostrar tan poca voluntad y temió además lo que podía suceder en el Vivero.

Palabra del Dia

rigoleto

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