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Actualizado: 23 de junio de 2025


Desde el principio de la comida aguardaba con impaciencia el momento de lanzar mi pregunta. No porque tuviese dudas acerca de la respuesta, no; pero eso de oírse decir, bien directamente y en la cara, y por un hombre que no sea cura, que una es linda, ¡vamos! eso es verdaderamente delicioso. ¿Linda, prima mía? ¡Si sois encantadora! Nunca he visto ni más bellos ojos ni boca más bonita.

Quién sabe si no habrá comido hoy su familia; si alguna desgracia... iba a llamarle, pero me previno Pepe, diciendo: ¡Mal hecho! Tengo que ir esta noche sin falta a casa de la señora de W * y estoy sin traje: he dado palabra de no faltar a una persona respetable. Tengo que buscar además un dominó para una prima mía, a quien he prometido acompañar...

Esa señora doña Voz pública, mi querida Gracia, se arroga hoy el lugar que ocupaban antes los bufones en las cortes de los reyes. Como ellos, dice todo lo que se le antoja, sin cuidarse de que sea cierto; así pues, doña Voz pública ha mentido, prima. Pues decía más añadió la condesa riéndose . Le daba a tu futura dos millones de duros de dote. Rafael se echó a reír.

¿Y no haríais nada por evitar que me suicidase, prima? -No por cierto-respondí muy tranquila. ¿A qué entrometerme en lo que no me importa? Me gusta la libertad, y si tenéis ganas de abandonar este valle de lágrimas... ¡oh, Dios mío! no movería un dedo para impedíroslo. Que cada cual haga su gusto en vida.

Fortunata pensó que, en efecto, se había atufado, pero no con brasero. Cediendo a los ruegos de su marido y de doña Lupe, se acostó, y a prima noche estaba más tranquila, desvelada, sin ningún apetito, oyendo con desagrado el ruido de los platos y cucharas que del comedor venía a la hora de cenar.

Entonces le zumbaban los oídos, y ya no oía las voces graves del sochantre y de los salmistas, ni el rum rum del hebdomadario, que allá abajo gruñía recitando de mala gana los latines de Prima.

Lo peor del caso era que nunca le había pasado por las mientes casarse con Jacinta, a quien siempre miró más como hermana que como prima. Juan la hacía rabiar, descomponiéndole la casa de muñecas, ¡anda!, y Jacinta se vengaba arrojando en su barreño de agua los caballos de Juan para que se ahogaran... ¡anda!

Parecía, en fin, contrariada, por la tardanza de su prima la noble abadesa. De repente la distrajo el rechinar de la puerta del locutorio. Se volvió y vió á Quevedo. Doña Catalina se puso de pie. ¿Conque hasta aquí? dijo. Hasta donde vos vayáis, mi cielo. No quiero quedarme á obscuras, y como sois mi sol, os sigo.

Si aparentemente Antonia, a quien Magdalena había considerado como hermana suya desde que su padre la había prohijado dos años antes, seguía siendo la misma para la hija del doctor, ésta, a los ojos escrutadores de su padre que era observador profundo, había cambiado mucho para con su prima.

Iba la señora Chermidy a seguir el consejo de su prima, cuando el comisionista del hotel llegó con gran alboroto a comunicarle que los señores de Villanera habían desembarcado en la isla en el mes de abril, con su médico y toda la servidumbre; que los habían llevado a la villa Dandolo, y que debía haber muerto hacía ya tiempo si es que no se encontraba mejor a estas horas.

Palabra del Dia

rigoleto

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