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Actualizado: 10 de junio de 2025


Una noche, mientras sostenía con Magdalena animada conversación a media voz, viósele ofrecerle ambas manos en actitud de cordial amistad. Ella miró en torno suyo como si quisiera tomarnos a todos por testigos de lo que iba a hacer, se puso de pie y sin pronunciar palabra, pero acompañando su ademán de la más cándida y graciosa de las sonrisas, posó a su vez ambas manos desnudas en las del Conde.

Este otro ni siquiera chista. ¿Qué decís vos á ello? Al pronunciar estas palabras posó su pesada mano sobre el hombro de Roger. Á vos nada tengo que deciros, respondió el doncel procurando contenerse. Vamos, este no es escudero, sino tierno pajecillo.

Para ti el renombre de valiente, la fama de leal y de noble es lo primero. Para lo principal es la salvación del alma... Perdóname si te he ofendido, y que ese honor, al cual rindes tan fervoroso culto, te sirva para no acordarte de lo que hemos hablado. Ricardo posó sobre la joven una mirada prolongada y triste.

Sin embargo, desde el día que la duda se posó en su espíritu, no pudo Jacques, por grande que fuera su imperio sobre mismo, impedir que algo traslucieran Beatriz y Pedro de la obsesión que lo atribulaba, y se penetraron de que eran objeto de una tal vez involuntaria vigilancia; resolvieron, pues, de común acuerdo, hacer aún más raras sus entrevistas íntimas, y obstáculos tales puestos a su pasión, dieron por resultado que ésta se hiciera todavía más imperiosa, más absorbente.

Muy graciosa: lo que más admiraba en ella era su aire resuelto de muchacho. Posó una mirada amplia y profunda en la fotografía de Julio. Excelente mozo dijo . Una cabeza interesante... artística. En un baile de trajes obtendría un éxito. ¡Qué príncipe persa!... Una aigrette blanca en la cabeza sujeta con un joyel, el pecho desnudo, una túnica negra con pavos de oro...

Al final de uno de ellos, el punto luminoso que brillaba en el ojo de una cerradura le indicó el cuarto de Josefina. Avanzando entonces confiadamente, posó la mano temblorosa sobre el pasador de la puerta, y, seguro de la impunidad de su osadía, abrió de pronto.

Estando, pues, asidos de las manos Basilio y Quiteria, el cura, tierno y lloroso, los echó la bendición y pidió al cielo diese buen poso al alma del nuevo desposado; el cual, así como recibió la bendición, con presta ligereza se levantó en pie, y con no vista desenvoltura se sacó el estoque, a quien servía de vaina su cuerpo.

Yo tirar parte arriba ventana. No lo comprendía. Me miró por un momento perplejo, y luego, arrancándome la carta de la mano se deslizó rápidamente por la escalera. Al cabo de un momento, con gran sorpresa mía, la carta entró volando por la ventana, dio dos veces la vuelta por la habitación y luego se posó suavemente como un pájaro sobre mi escritorio.

La tristeza, como si fuera un ser viviente, se posó en su pecho y le clavó las garras en el corazón. Así permanecieron ambos, estrechamente unidos, mientras fuera, en el jardín, caían gruesas gotas de nieve derretida, y todo era claridad, luz radiante. Se oía, hacia el estanque, una risa jovial; era Pomerantzev, que echaba al agua barquitas de papel y se reía, lleno de júbilo.

Y apenas lo hube pensado y deseado, acudió la mariposa más gentil y juguetona que he visto en mi vida; y revoloteando en torno de la rosa, se posó en su seno, sin ladear apenas el flexible tallo, y libó la miel del cáliz de oro. Noté, sin embargo, que esto no bastaba. De la rosa se desprendía exquisita fragancia, que iba disipándose por el ambiente y que el céfiro esparcía en sus alas.

Palabra del Dia

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