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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Mira, pon en planta a Papitos, y que encienda lumbre... Le haremos chocolate en seguida; porque la debilidad es lo que le pone así, y hay que meterle lastre en aquel pobre cuerpo. Toma las llaves, saca de aquel chocolate que nos dio Ballester, chocolate con hierro dializado... ¡Qué chico, vaya por dónde le da...! Salgo al momento.
Ven ya, ¡oh venturoso mozo, y rey prudente!, y pon en ejecución el gallardo decreto de este destierro, sin que se te oponga el temor que ha de quedar esta tierra desierta y sin gente, y el de que no será bien la que en efeto está en ella bautizada; que, aunque éstos sean temores de consideración, el efeto de tan grande obra los hará vanos, mostrando la experiencia, dentro de poco tiempo, que, con los nuevos cristianos viejos que esta tierra se poblare, se volverá a fertilizar y a poner en mucho mejor punto que agora tiene.
Primero díjole éste, pon una theoría de vírgenes que arrastran sus túnicas de lino a la sombra del laurel-rosa, cada una con un lirio en la mano. «Segundo, un lago verdinegro donde nadan amorosamente dos cisnes, a la luz del plenilunio. «Tercero, un albatros que vuela serenamente sobre la tormenta del Océano.
Pon, ¡oh miserable y endurecido animal!, pon, digo, esos tus ojos de machuelo espantadizo en las niñas destos míos, comparados a rutilantes estrellas, y veráslos llorar hilo a hilo y madeja a madeja, haciendo surcos, carreras y sendas por los hermosos campos de mis mejillas.
Por de pronto, me comprometo a que no vuelvas a caer, aun en el caso de que se te tendiera el lazo otra vez. ¡Vaya, con el caballerito! Es cosa de dar parte a la policía. Tú déjate llevar; pon el pleito en mis manos, déjame a mí... y verás. ¿Apuestas a que me planto un día en casa de doña Bárbara y le canto clarito?
Y por ahora, Sanchica, atiende a que se regale este señor: pon en orden este caballo, y saca de la caballeriza güevos, y corta tocino adunia, y démosle de comer como a un príncipe, que las buenas nuevas que nos ha traído y la buena cara que él tiene lo merece todo; y, en tanto, saldré yo a dar a mis vecinas las nuevas de nuestro contento, y al padre cura y a maese Nicolás el barbero, que tan amigos son y han sido de tu padre.
PATROS. Señor, muchas gracias. CUESTA. Con esto te digo que espero de ti un favor. PATROS. Usted dirá, Don Leonardo. Verás... PATROS. ¿No pone coñac? Si viene sofocado, el agua sola puede hacerle daño. CUESTA. Sí: pon un poquito... Pues quisiera yo... no vayas a tomarlo a mala parte... quisiera yo hablar un ratito a solas con la señorita Electra.
A mí no me vengas tú con zalamerías. Por mucho que tire... pon que tire un año, dos; eso si no me quedo el mejor día hecho un monigote y en tal estado que tengas tú que sonarme y ponerme la cuchara en la boca.
Anda, Placiding, empieza tu por dar, así te quedas en la cabeza de la lista. Y como viese que Plácido daba sin vacilar los dos pesos pedidos, añadió. Oye, pon cuatro, que ya despues te devolveré los dos; es para que sirvan de gallo. Pues si me los has de devolver, ¿para qué dártelos? basta con que pongas cuatro. ¡Ah! es verdad ¡qué bruto soy! ¿sabes que me voy volviendo bruto?
Juan Claudio se estremeció; pero casi al mismo tiempo, sobre la pared que formaba la roca, vio destacarse la cabeza de Divès, que avanzaba gritándole: Hullin, pon la mano a la izquierda, donde hay un agujero; extiende el pie sin miedo y tocará en un escalón, y después da media vuelta.
Palabra del Dia
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