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Actualizado: 19 de mayo de 2025


No te quiero yo a montón, ni te pretendo y te sirvo por lo de barraganía; que más bueno es mi designio. Coyundas tiene la Iglesia que son lazadas de sirgo; pon el cuello en la gamella; verás como pongo el mío. Donde no, desde aquí juro, por el santo más bendito, de no salir destas sierras sino para capuchino.

Triunfa de mi loco amor Y de mi seso perdido; Que, aunque piensas por vencido, Yo que es por vencedor. Pon la rosa carmesí De mi prestada alegría, Y mi celosa porfía En el lirio azul turquí; En el alhelí pajizo Mi desesperado ardor, Y en la violeta el amor Que mi voluntad deshizo; Mi imposible en el jazmín Blanco, sin dar en el blanco.

El segundo término te lo pongo como un por si acaso, y para que... pon en esto tus cinco sentidos... para que si te ves en el trance, por exigencias irresistibles del corazón, de echar abajo el principio, sepas salvar la forma...». Aquí volvió mi hombre a sentir el nudo; pero evocando otra vez su filosofía de tantos años, lo desató.

Le diría a mi madre: ¡Madre mía, pon tu albo traje, alégrate sin tasa; ya tenemos los dos, de noche y día, Un milagro de Dios en nuestra casa! Dios ha puesto en el arco de tus cejas la excelsitud de un arco-iris santo, igual que pongo un borbotón de canto en una lira de cadencias viejas.

Cobró en las tres puertas siguientes sin ninguna dificultad. «D. Francisco, que me ponga usted piedra nueva en la ornilla, que aquí no se puede guisar....» En otras circunstancias, esta reclamación habría sido el principio de una chillería tremenda, verbigracia: «Pon el traspontín en la hornilla, sinvergüenza, y arma el fuego encima.» «Miren el tío manguitillas, así se le vuelvan veneno los cuartosPero aquel día todo era paz y concordia, y Torquemada concedía cuanto le demandaban.

24 He aquí que con arietes han acometido la ciudad para tomarla; y la ciudad es entregada en mano de los caldeos que pelean contra ella, a causa de la espada, y del hambre y de la pestilencia; ha pues, venido, a ser lo que dijiste, y he aquí lo estás viendo. 25 Y Señor DIOS me dijiste a : Cómprate la heredad por dinero, y pon testigos; y la ciudad es entregada en manos de los caldeos.

Venturita le dijo con acento picaresco: Ahora, pon debajo quién es. El joven levantó la cabeza y sus miradas chocaron sonrientes. Luego, con viveza y decisión, escribió debajo de la figura: Lo que más quiero en el mundo. Venturita tomó el papel entre las manos y lo contempló unos instantes con deleite.

A no estar tan ciego el pobre don Juan hubiera notado que no era propio de situación tan grave hablar del ridículo don Quintín; mas sin pensar en ello, repuso: ¿ pedirme favores? Pon un bando, y hago que te obedezca... hasta el mismo Nuncio. No exageres. Lo que quiero es que no contribuyas a volver loco a ese pobre hombre.

4 En Dios alabaré su palabra; en Dios he confiado, no temeré lo que la carne me hiciere. 6 Se reúnen, se esconden, miran ellos atentamente mis pisadas, esperando mi alma. 7 ¿Escaparán ellos por la iniquidad? Oh Dios, derriba los pueblos con tu furor. 8 Mis huidas has contado ; pon mis lágrimas en tu odre, ciertamente en tu libro.

Pon atención a lo que le diga y haz cuenta de que te lo digo a ti. Habla con tu hermano y procura contestarme con palabras dirigidas a él...». »Teníamos además mil señales. eras tan buena que te conformaste con tu papel. Ojalá no hubieras sido tan condescendiente.

Palabra del Dia

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