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Actualizado: 9 de julio de 2025
El pianista se había fugado á Niza, al salir del Casino, con sus amigos los ingleses, que jugaban al poker en el landó. Novoa estaba invitado á comer por un colega del Museo, y no volvería hasta media noche. Miguel recordó sus impresiones de la tarde.
Todos los días vienen de Niza en un landó de dos caballos, y como si no tuviesen bastante con el juego del Casino, se colocan una tabla forrada de verde sobre las rodillas y sacan la baraja. ¡Jugar al poker ante el paisaje de la Cornisa, que las gentes vienen á ver de todas las partes del mundo!... Y nuestro artista, cuando hace el cuarto con los dos ingleses y una vieja miss, pierde ante el Mediterráneo, dorado por la puesta de sol, todo lo que le ha producido algún concierto en Cannes ó en Monte-Carlo.
Arriba, en la cubierta, sólo quedaban los paseantes tenaces, y en el café los jugadores de poker, para los cuáles no había músicas ni bailes que pudiesen alejarlos del tapete verde. La familia italiana rodeaba a su prelado, empujándolo cariñosamente. ¡Ánimo, ilustrísima! Debía descender al salón para echar un vistazo a la fiesta y lucir la cruz de oro.
Los desafíos quedarán entonces reducidos a un sport, así como la natación, como el billar o como la pesca de caña, y no digo como el mus o el poker, porque estos juegos es indudable que producen víctimas. Se convertirán en un ejercicio vulgar y caro y no tardarán en desaparecer. Y esto sería grave porque, probablemente, daría origen a un aumento de mortalidad. LOS DESAFÍOS Y LA T
Y cuando los veían a través de las ventanas del fumadero jugando al poker, con la mirada fija en los naipes y la frente rugosa, preocupada, sonreían satisfechas, lo mismo que si acabasen de sorprenderlos practicando una virtud. Sus inquietudes reaparecían al encontrarlos en plena cubierta, aunque estuviesen enfrascados en una conversación de negocios.
Había renunciado al bridge en la noche anterior por falta de compañeros, refugiándose en el poker forzosamente, y cuando después de perder cien marcos empezaba a recobrar su dinero, la invasión de una tropa de locos le expulsaba del café como a las demás «personas serias». Y usted, señor Maltrana, no es un niño, y debía dejar para los muchachos estas hazañas impropias de su edad.
En el fondo estaban, como siempre, los devotos del poker, ajenos a los sucesos exteriores, con los naipes en la mano, espiándose impasibles. Su número era menor. Unos se habían quedado en Río Janeiro, otros acababan de descender en Montevideo; pero estas deserciones no entibiaban la fe de los leales; antes bien, su fervor parecía recrudecerse.
No osaba meterse en la penumbra de este salón obscuro y humoso durante el día, y que sólo al llegar la noche hacía resaltar la gloria de sus dorados, de sus escudos policromos y de sus vidrieras de colores bajo guirnaldas de luces eléctricas. Las mesas inmediatas a las ventanas ya estaban ocupadas a aquella hora por los sempiternos jugadores de poker.
Desnoyers pasaba el resto de la noche en el fumadero, atraído por la presencia de la «señora consejera». El capitán de la landsturm, avanzando un enorme cigarro entre sus bigotes, jugaba al poker con otros compatriotas que le seguían en orden de dignidades y riquezas.
Bastaba que le ordenasen una cosa, para ansiar con irresistible deseo todo lo contrario. ¡Ay, si no temiese estorbar a papá, que estaba jugando al poker con unos amigos! Sería suficiente una palabra suya para que interviniese con toda su autoridad, dejándola triunfante sobre la madre desesperada... Iban a tener que separarse dentro de unos instantes.
Palabra del Dia
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