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Actualizado: 9 de octubre de 2025
Ojeda la entendió. ¡Dueño mío!... ¡Mi dios!... ¡Te amo! La mano oculta apoyaba estas palabras con fuertes estrujamientos. Un amigo de Kasper vino a sacarle de la infructuosa predicación, libertando a sus distraídos oyentes. Le esperaban en el fumadero para empezar la partida matinal de poker. Hasta luego, señor. Los amigos me reclaman. Tiempo nos queda para hablar de estas cosas.
Quiso la suerte que le diera por escribir, y entonces este hombre hizo lo que debieran hacer todos los que se sienten con vocación o que creen sentirla: se inspiró en un ambiente donde había vivido por muchos años, y copió, o mejor, idealizó costumbres y figuras de ese ambiente, con tanto arte y tanto talento que dejó admirado al mismo Dickens cuando este gran novelista inglés leyó por primera vez Los Desterrados de Poker Flat.
Don Jorge, a quien sus costumbres profesionales permitían vivir durmiendo lo menos posible, compartió la guardia con Tomás Búfalo de modo tan desigual, que cumplió casi por sí solo esta obligación. Disculpose con el Inocente, diciendo que muy a menudo se había pasado sin dormir ocho días seguidos. ¿Pero haciendo qué? preguntó Tomás. El poker contestó don Jorge gravemente.
Maltrana, que se había familiarizado con él atrevidamente desde los primeros momentos, creyendo encontrar en su vaga nacionalidad cierto perfume de sinagoga, le invitaba a monstruosas partidas de poker, en las que debían arriesgarse miles y miles de francos. Y lo decía con un aplomo desdeñoso, como si tuviese a su disposición todos los millones encerrados en el fondo del buque.
Además, el buque pasaba muy lejos... Volvían al fumadero a continuar sus partidas de poker, o formaban en la cubierta los corrillos habituales, hablando tendidos en el sillón, hasta que el cabeceo de la somnolencia les hacía levantarse titubeantes, camino del camarote, para continuar la siesta.
A pesar de estos halagos, Desnoyers no se presentó con la misma asiduidad que antes á la hora del poker. La consejera se retiraba á su camarote más pronto que de costumbre. La proximidad de la línea equinoccial le proporcionaba un sueño irresistible, abandonando á su esposo, que seguía con los naipes en la mano.
A la verdad, no era que despreciase el sexo, sino que reconocía en él un elemento engañoso, cuya persecución separaba al hombre de los no menos inconstantes halagos del poker , en el cual se puede decir que don Jacobo Melín era maestro consumado.
Palabra del Dia
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