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Actualizado: 4 de noviembre de 2025


Eran mozos que le saludaban llamándole «maestro» o «señó Juan», muchos con aire famélico, preparando con tortuosas razones la petición de unas pesetas, pero bien vestidos, limpios, flamantes, adoptando actitudes gallardas, como si estuviesen ahitos de los placeres de la existencia, y luciendo una escandalosa latonería de sortijas y cadenas falsas.

En cuanto se tuvo noticia de que un carruaje estaba a la puerta, la mayor parte de los invitados abandonaron los placeres y corrieron hacia allá, deseando hacer ostensible su amistad con personas tan distinguidas, que hacían viso en la sociedad madrileña y tenían carruaje propio. Venían el presidente, su esposa y dos hijas. El Sr.

Siempre le quedaba en el fondo del corazón un sentimiento de despecho contra aquellas relaciones que no le traían ninguna viva emoción, ni siquiera nuevos placeres. La de ahora ofrecía una originalidad que la encantaba. Su amante era un niño a quien casi doblaba la edad. Había comenzado a adorarla por el parecido que la hallaba con su madre.

Independiente, linda, rica y elegante, se vio en seguida bien estimada y solicitada. Esta existencia de placeres la absorbió completamente. Visitar mucho y recibir más aún, fue su única ocupación; sentía por la vida social, verdadero fervor.

Unos son victimas de los placeres, otros del estudio, estos a causa del trabajo y aquellos por el fastidio. Hay algunos que perecen de enfermedad, de demencia, o en fin de penas del corazon, y esta ultima enfermedad, ofreciendose bajo todas las formas y bajo todos los nombres, hace mas estragos que la guerra.

Pero ella resistiría. ¡Oh! ¡! aquella tentación fuerte, prometiendo encantos, placeres desconocidos, era un enemigo digno de ella. Prefería luchar así. La lucha vulgar de la vida ordinaria, la batalla de todos los días con el hastío, el ridículo, la prosa, la fatigaban; era una guerra en un subterráneo entre fango.

Pues aplica ahora el símil a la realidad del caso nuestro, y te digo: mira, Nieves, yo, en tu lugar, a tu edad, en tu posición, con tus racionales esperanzas de una larga y regalona vida, tan regalona como decorosamente quepa en una mujer honrada y de buena y cristiana educación, no comenzaría a gustar los placeres lícitos del mundo por lo más revuelto y lo mayor, sino por lo más tranquilo y más pequeño; no me expondría a corromper mis buenos instintos con los aires viciados y los ejemplos peligrosos de la vida social de las grandes ciudades, sino que me prepararía debidamente con otros aires más puros y otros ejemplos más... vamos, más... ¡Canástoles! pongámoslo en plata y acabemos: quisiera yo, Nieves de mi alma, que, ante todo, nos fuéramos, pero en seguidita, por una temporada tan larga como pudieras resistirla , a Peleches, al solar de tus mayores, donde yo nací y deseo morir, cuanto más tarde, por supuesto; a Peleches, digo, donde no has estado nunca, porque la fuerza de las cosas lo ha querido así, no porque a se me haya pasado por alto la necesidad, como te consta por lo que me has oído lamentarlo a cada instante. ¡Oh, y cómo había de lucirnos en el cuerpo y en el alma esta determinación llevada a cabo en ocasión y en época tan oportunas!

¿Por qué de improviso, sin motivo, en la fantasmagoría de los placeres que le prometía aquella unión plausible, según las leyes del mundo, se irguió una imagen un poco olvidada en el espíritu de María Teresa? ¿Por qué el recuerdo de Juan se cruzaba en sus proyectos?

Sin titubear hubiera respondido Nieves: Aire, luz, independencia, ruido de arboledas y música de pajarillos. que hay grandes ciudades llenas de maravillas, para admiración y recreo de las personas ricas y desocupadas, y que las mujeres de nuestra clase brillan y gozan entre los placeres de su mundo. Todo eso está bien donde está; pero hoy no me tienta, porque no lo echo de menos todavía.

Vuelto en , no experimenté, frente á frente de aquellas terribles ondas, sino la tentación muy inocente y bastante necia de apagar en ellas la sed que me devoraba: después reflexioné que encontraría en mi habitación un agua mucho más limpia: tomé rápidamente el camino de mi casa, forjándome una imagen deliciosa de los placeres que en ella me esperaban.

Palabra del Dia

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