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Actualizado: 21 de junio de 2025


Subieron los peldaños de madera y entraron en el comedor, cuyos muebles elegantes resultaban demasiado pesados y vistosos. Pirovani los enseñó con vanidad, golpeándolos para ensalzar los méritos del roble y elevando los ojos al techo mientras aludía á sus precios.

El Ministerio de Obras Públicas lo había enviado como representante administrativo á las obras de la Presa, y él era el encargado de pagar al contratista Pirovani las sumas debidas por el gobierno. Después que saludó á Watson se dió una palmada en la frente y quiso retroceder, mirando al mismo tiempo sus papeles.

Todas las mujeres del pueblo, sin exceptuar las que eran comadres suyas, irían contra ella porque estaba al servicio de la marquesa. A la misma hora del anochecer entró Watson en el pueblo. Después del terrible suceso de la mañana había tenido que preocuparse del cadáver de Pirovani, acompañando á los padrinos de éste y al médico. Primeramente lo guardaron en un rancho ruinoso cercano al río.

Esta consulta fué al día siguiente, mientras Robledo y Watson se hallaban en las obras de los canales. Torrebianca, á pesar de la sumisión con que acogía ordinariamente las proposiciones de su mujer, se mostró escandalizado. Le era imposible aceptar la generosidad de Pirovani. ¿Qué pensará la gente al ver que nos cede una casa que es su orgullo?... Y movía su cabeza con enérgicas negativas.

Saludó el francés con una brusquedad militar, alejándose, mientras Elena entraba en su casa. ¡Un día perdido!... Estaba furioso contra él mismo y contra los demás. Apareció Pirovani en una bocacalle, y al ver que Moreno se dirigía á su alojamiento, corrió á encontrarse con él. Ansiaba conocer los episodios de una excursión á la que no había sido invitado.

Elena le miraba ahora con interés, y no ocultó su despecho al ver que desaparecía, saludándola fríamente, como si nada le importase alejarse de ella. El aquel momento Canterac estaba retenido por su conversación con el marqués, Moreno hablaba con Robledo, y á Pirovani le pareció oportuno no dejar que transcurriese más tiempo sin exponer á Elena lo que pensaba.

Esto no es leal dijo con voz jadeante . Debo estar despeinada... Va usted á romper mi sombrero... ¡Estese quieto! Si insiste usted, le abandono. Vióse al fin obligada á defenderse con tal brusquedad, que Pirovani creyó llegado el momento de intervenir, avanzando resueltamente dentro del cenador.

¿Usted cree que yo voy á mezclarme en sus disparates y á parecer tan falto de juicio como usted ó como el otro?... Y siguió hablando contra la absurda petición de Pirovani, pero éste movía la cabeza con tenacidad haciendo signos negativos. Estaba resuelto á todo después de haber oído á Elena.

Canterac se apartó, visiblemente ofendido por esta predilección. Moreno hablaba á Robledo como escandalizado, señalando el frac de Pirovani: ¡Y para ese gran negocio emprendió su viaje con tanto misterio!... El español se alejó de él para hablar con Watson.

Al caer la rodaja de metal, se inclinó el oficinista para verla y dijo al estanciero: La suerte está con nosotros. También podemos tomar la pistola que más nos guste. Después los padrinos de Pirovani fueron en busca de éste para colocarlo junto á uno de los bastones escogido por ellos. El marqués y Watson condujeron á su apadrinado al lugar que marcaba el segundo bastón.

Palabra del Dia

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