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Actualizado: 11 de junio de 2025
Conténtate, Anselmo, y no quieras hacer más pruebas de las hechas; y, pues a pie enjuto has pasado el mar de las dificultades y sospechas que de las mujeres suelen y pueden tenerse, no quieras entrar de nuevo en el profundo piélago de nuevos inconvenientes, ni quieras hacer experiencia con otro piloto de la bondad y fortaleza del navío que el cielo te dio en suerte para que en él pasases la mar deste mundo, sino haz cuenta que estás ya en seguro puerto, y aférrate con las áncoras de la buena consideración, y déjate estar hasta que te vengan a pedir la deuda que no hay hidalguía humana que de pagarla se escuse.
Bajo la impresion de esta idea, sentia que mi existencia iba á trasformarse al dejar el suelo de la patria, confiarme a la providencia del vapor, cruzar el inmenso piélago y descender sobre las costas de Europa, en busca de la luz, el movimiento, la vida intelectual y moral, los tesoros del arte, las maravillas de la industria y todo lo que constituye este caudal de las tradiciones y los triunfos de la humanidad que se llama la civilizacion europea. ¡Quién me dijera entónces que al tocar la realidad y estudiarla atentamente, muchas de mis ilusiones se disiparían; que este viejo mundo me habría de parecer muy inferior á lo que los libros me lo habian hecho soñar; y que al comparar á la pobre y atrasada pero hermosa Colombia española con la opulenta y refinada Europa, mi espíritu, mejor esclarecido, acabaría por estimar infinítamente mas al pueblo del Nuevo Mundo, á quien, á pesar de los defectos heredados, la democracia ha ennoblecido y adelantado, relativamente al tiempo, mucho mas que las instituciones aristocráticas á las sociedades europeas.
En el cual no ocurrió nada, absolutamente nada de que pudiera tirar el avispado Bermúdez para descubrir lo que andaba buscando. Hasta que, ya de noche, llegaron a la tertulia el boticario y su hijo... y le hundieron un codo más en el piélago de sus aprensiones. ¡Qué cara la de don Adrián, y qué voz, casi llorosas, y qué aspecto tan cobardón y azorado el de Leto!
Acaso se haya hecho por sí mismo como el anís escarchado replicó Núñez asomando la cabeza por la ventanilla para ver si divisaba el coche que conducía a Elena. Hubo algunos minutos de silencio durante los cuales el cerebro de Barragán daba terribles vueltas en el piélago de lo insondable. Al cabo murmuró sordamente: De todos modos es curioso, ¡muy curioso!
Más allá tal vez estaría un infinito piélago de color y de luz, de donde al amanecer surgiría la aurora vertiendo claridad y oro, zafiros y rubíes por el éter, y abriendo paso al resplandeciente carro del sol, que vendría en pos de ella. Tal vez eran sueños y delirios las opiniones de antiguos sabios griegos sobre la esfericidad de la tierra.
Sigue el buque francés su derrotero Impelido del soplo del Pampero Por el piélago azul. En tanto que el Corsario navegaba Y al divisar sus velas esclamaba «A los libres, salud.» Un negro bergantin pasó á lo lejos, Y de la mústia luna á los reflejos, Dijo, al ver su pendon: «Mirad, se llama de la mar señora «Esa bandera que enlutada llora «En el templo de Dios.
Si hablamos de la eternidad, vemos al anciano de días, tal como lo hemos visto representado en los templos; si de la inteligencia infinita, nos imaginamos quizás un piélago de luz: si de la infinita misericordia, nos retratamos un semblante compasivo; si de la justicia, un rostro airado.
No era tortas y pan pintado la limpieza material del archivo; sin embargo, la verdadera obra de romanos fue la clasificación. ¡Aquí te quiero! parecían decir los papelotes así que Julián intentaba distinguirlos. Un embrollo, una madeja sin cabo, un laberinto sin hilo conductor. No existía faro que pudiese guiar por el piélago insondable: ni libros becerros, ni estados, ni nada.
Entonces se descubre, que si la imaginacion está satisfecha, no lo está el entendimiento: y ¡cosa notable! como que el entendimiento toma una noble venganza de las ilusiones que le hacia su infiel compañera, cuando al obligarla á fijarse sobre los objetos, la envuelve en un piélago de tinieblas y contradicciones.
Creen algunos que los grandes talentos y el mucho saber, propenden de suyo al mal; esto es una especie de blasfemia contra la bondad del Criador. ¿La virtud necesita acaso las tinieblas? Los conocimientos y las virtudes de la criatura, ¿no emanan acaso de un mismo origen, del piélago de luz y santidad, que es Dios?
Palabra del Dia
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