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Actualizado: 11 de junio de 2025


La imaginacion acompaña siempre á la idea, mas no es la idea; y la prueba evidente é irrefragable de la distincion y diferencia de estas cosas, se halla en que si en el acto mismo de tener la imaginacion de un piélago de luz, de un anciano, de un rostro airado ó compasivo, de manantial, de extension etc. etc., se nos pregunta si Dios es algo de aquello, si tiene algo de parecido á nada de aquello, responderemos al instante que , que esto es imposible; lo que demuestra la existencia de una idea que nada tiene que ver con aquellas representaciones, y que esencialmente excluye lo que ellas incluyen.

Desdeñaba los libros clásicos, y me engolfaba en el piélago anchuroso de la literatura romántica. Andrés compró cierto día, en su tienda de «La Legalidad», un tercio de papeles viejos, entre los cuales hallé folletines, libros, folletos, entregas, y tomos de «La Cruz», que me apresuré a recoger.

Yo admiro el alto vuelo de tu ideal conquista que, alzándose del lodo de la mortal miseria, abarca el mundo hispano con ojo imperialista, y aspira, por la magia del sabio y del artista, a establecer las bases de una mayor Iberia. España: nos desune del piélago la anchura; también la propia sangre de nos diferencia.

«¡Ay, desdichado de , que no quise creer á los Padres! ¡Qué penas, qué dolores, qué grandes é insufribles tormentos padezco por haber ofendido á Dios, sin hacer caso de su doctrina y de sus ministros que la predicaban! ¿Estos suplicios no han de tener jamás fin? ¡He de padecer y llorar eternamente, sin esperanza de alivio! ¡Felices mil veces vosotros que podéis esperar la eterna bienaventuranza, y libraros de este infinito piélago de amarguras y de las manos de los verdugos, peores que las mismas penas

Si los mayores asistieron a ella, el más pequeño viose libre de maestros, y engolfado vivía durante doce horas diarias en el embrutecedor trabajo de las minas, con lo cual toda la familia navegaba ancha y holgadamente por el inmenso piélago de la estupidez. Las dos hembras, Mariuca y Pepina no carecían de encantos, siendo los principales su juventud y su robustez.

Y siendo como él quiere, soy como yo quiero, y cuanto más le gusto más me gusto. Y así el esquife de nuestro amor marcha por el piélago de la vida, seguro de que nunca zozobrará... EL NO DE LAS NI

Pero, ¡cosa singular! el mismo filósofo que llamaba á la realidad apariencia engañosa, que veia oscuro lo que el humano linaje considera claro, tan pronto como sale del mundo fenomenal y llega á las regiones de lo absoluto, se encuentra alumbrado por un resplandor misterioso, no necesita discurrir, sino que por una intuicion purísima ve lo incondicional, lo infinito, lo único, en que se refunde todo lo múltiplo, la gran realidad cimiento de todos los fenómenos, el gran todo que en su seno tiene la variedad de todas las existencias, que lo reasume todo, que lo absorbe todo en la mas perfecta identidad; fija la mirada del filósofo en aquel foco de luz y de vida, ve desarrollarse como en inmensas oleadas el piélago de la existencia, y así explica lo vario por lo uno, lo compuesto por lo simple, lo finito por lo infinito.

Manos sutiles como suavidades de lago, de seda que se aleja en rítmico frufú, como el hogar quimérico de un ensueño muy vago sobre las aguas mansas del piélago de azur. Frente color de aurora, donde bellas florecen, con aromas de cielo, flores de castidad; mejillas sonrosadas que en su gracia parecen vírgenes de los lienzos de la pasada edad.

El cielo despejado parecía sobre nuestras cabezas y todo alrededor bóveda de zafiro limpio y claro. Y la risueña costa iba alejándose, esfumándose en el aire, y, por último, sepultando sus cocoteros, sus palmas y toda la pomposa lozanía de sus ricos campos y de su perenne verdura en áureo piélago de líquidos rubíes, que tal era el aspecto del mar al sepultarse también el sol en el ocaso.

Faltóle la paciencia, y desvió á sablazos el populacho que se atrevió á denostarle; pero no sabia que hacerse, no pudiendo ni ver á la reyna, ni reclamar las armas blancas que esta le habia enviado, por no aventurar su reputacion: y miéntras que estaba Astarte sumida en un piélago de dolor, fluctuaba él entre furores y zozobras.

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