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Actualizado: 22 de junio de 2025
¡Vamos, Jacobito!... ¡Si conoceré yo a los cojos en el modo de andar!... Te digo... ¡Si sabré yo el lino que cardo, Jacobito!... Creo lo que quieras, pero yo... ¿Si querrán los pollos engañar a los recoveros?, pichón dorado... Mira niño: ni tú tienes vergüenza, ni yo tampoco; pero para ser pillo, lo primero que se necesita es talento, y cuando tú vas, ya estoy yo de vuelta. ¿Estamos?...
Andaba en este tiempo por la corte del rei un judío á quien unos llaman don Juzaf Pichon, i otros don Jucaf Picho: el cual era tenido por hombre honrado á toda lei, i cuyos muchos i buenos servicios lo llevaron al cargo de almojarife i contador mayor de don Enrique II. Es fama que algunos envidiosos tenian con él enemiga, sin duda por verlo en tal estado i tan valido de aquel monarca; i así los que le querian mal, que eran muchos de los judíos mayores de las aljamas, determinaron para que feneciese la privanza de don Juzaf acusarlo de no sé qué delitos ante el rei de Castilla: los cuales, aunque fingidos, fueron bien probados; i así se vió don Enrique en el caso de administrar justicia, posponiendo el amor que la lealtad de este honrado judío probada en el largo curso de muchos años, habia encendido en su corazón.
Aquí está un pichón que acaba de salir del huevo, y no ha oído nunca al pájaro carpintero picoteando en un tronco dijo Pablo. Quédate con nosotros, hijo, que eso no es más que el pájaro carpintero que picotea en un tronco dijo Pedro. Yo voy a ver lo que pasa allá lejos.
Y alardeando de apasionada y ofendida, se levantó con el pelo suelto yendo a ponerse de media anqueta en un brazo de la butaca donde él estaba, diciendo: Anda pichón, dime todo lo que has hecho, y si mientes... te ahogo. Pues, mira: ayer me levanté a las doce, almorcé, y a las dos me tenías en el Consejo magno de ferrocarriles Hispánicos. ¿Y qué pito tocas tú allí?
El preceptor, abandonado de los ágiles brazos de su pareja, cayó al suelo, pidiendo al cielo justicia; la muchacha le enredó una flor entre las blancas guedejas de su peluca de ala de pichón, y dijo así: Toma, amor mío, esta flor en memoria de lo que te quiero. Quiso levantarse, y empujado por Asunción, cayó al suelo. Quiso tirar de él Presentación y quedose con un pedazo de solapa en la mano.
No usaba peluca, y sus abundantes cabellos rubios, no martirizados por las tenazas del peluquero para tomar la forma de ala de pichón, se recogían con cierto abandono en una gran coleta, y estaban inundados de polvos con menos arte del que la presunción propia de la época exigía.
Al cabo de diez minutos largos, la linda cabeza rubia de su esposa asomó por la puerta. ¿Qué me querías, pichón mío? preguntó, sin entrar, en tono distraído, que no encajaba bien con lo meloso de la pregunta. Entra... Son las once, y aún no me han curado el vejigatorio. Yo pensaba que esperarías a que el médico lo hiciese dijo avanzando con vacilación por la estancia.
Con mayor furia todavía, tomó el sombrero y empezó a despedazarlo con gran coraje, pero, he aquí, que encontró, entre el forro y la copa, algo duro, una piedra, efectivamente, más grande que un huevo de gallina, aunque no tanto como uno de avestruz; era roja como la sangra de un pichón y brillaba al sol de una manera sorprendente. Era nada menos que un rubí.
El rei don Juan I.º alborotóse con la vileza de los judíos cómplices en tal infamia; i asi dispuso que don Zulema i don Zag, que dieron órden de matar á don Juzaf Pichon, fuesen muertos públicamente, i al alguacil quiso castigar con igual pena; pero los caballeros del reino intercedieron por él, representando que fué dirigido en su acción por el albalá que dió el mismo rei, i por los engaños de los judios; i que en obedecer lo mandado no habia culpa de ningún linaje.
Dos angelotes de talla dorada sostenían el templete donde estaba de manifiesto el Señor, ceñido por los resplandecientes rayos de la custodia, envuelto en la neblina del incienso y adorado por la muchedumbre. En lo más alto del retablo había un astro de oro, y en su centro un pichón blanco. El altar era todo claridad: la luz del mundo parecía refugiada en la Santa Mesa.
Palabra del Dia
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