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Actualizado: 9 de noviembre de 2025


Traía largo capote azul, y uno de aquellos antiguos y pesados sables, capaces de cercenar de un tajo la cabeza de cualquier enemigo. Al verle que se interponía en defensa del anciano, los otros se apartaron con cierto respeto, y ninguno se atrevió á insistir. "Vamos, señores, dejen ustedes en paz á ese pobre viejo, que no les hace ningún daño dijo el militar. Si es Coletilla, el mismo Coletilla.

Sin embargo, a pesar de las tiernas exhortaciones de la señora de Aymaret, era imposible que Beatriz no se sintiese profundamente turbada por las reflexiones que forzosamente había de sugerirle la muerte de la señora de Montauron; era imposible que en adelante no le pareciesen todavía más pesados sus deberes, todavía más amargas sus contrariedades.

Oyéronse pasos otra vez; pero eran muy pesados y los acompañaba un carraspeo y resoplido de persona madura, por lo que nadie creyó fuera Fortunata la que llegaba. «Es Sigunda», dijo izquierdo antes de verla, y no se equivocó.

No me gusta ahogarme en poca agua. De gracia y justicia. He dicho muchas veces que no soy ministerial: haré por lo tanto justicia seca. ¡Ojalá que me dejen también hacer gracias! De literatura. En cuanto se publique un libro bueno, lo analizaremos; por consiguiente, no seremos pesados en esta sección. De teatro español. No diremos nada mientras no haya nada que decir. Felizmente va largo.

¡Qué noches aquéllas de emociones, de nerviosas alegrías, de mareos voluptuosos, y después de aplastamiento, de brutal cansancio...! Juanito era el encargado de abrir la puerta cuando la familia volvía del baile. En la madrugada, cerca de las cuatro, oía chirriar los pesados portones, entraba el carruaje en el patio, con gran estrépito, y él saltaba de la cama metiéndose los pantalones.

Cuando el joven ministro acabó de hablar se alejó unos cuantos pasos del grupo, y permaneció con el rostro parcialmente oculto por los pesados pliegues de las cortinas de la ventana, mientras la sombra de su cuerpo, que la luz del sol hacía proyectar sobre el suelo, estaba toda trémula con la vehemencia de su discurso.

A veces se oía la marcha de pesados zuecos sobre la tierra endurecida y se veía pasar un sombrero de fieltro, una capucha o un gorro de algodón; después, el ruido se alejaba, y el crujido de la madera verde en las llamas, el zumbido del torno de hilar de Luisa y el hervor de la olla volvían a reinar.

Los pesados racimos de bestias muertas que el señor Manolo sostenía en sus manos eran los únicos testimonios de la realidad de la aventura. Toca, Isidro decía el capataz riendo . ¡Qué famosa cachuela vamos a comernos!... El joven, pensando en los guardas, sentía ahora un miedo mayor que el que había experimentado al otro lado de las tapias.

Ya no llevaba su traje nuevo, igual al que usaban las mujeres antes de la Verdadera Revolución. Iba medio desnudo, como los atletas embrutecidos que servían de máquinas de fuerza. Sólo conservaba las antiguas prendas de su ropa interior. Le vió metido en el agua azul hasta la cintura, inclinándose para colocar dos pesados sillares que llevaba en ambas manos.

«¿Está tu padre arriba?». La chica respondió que , y desde entonces convirtiose en individuo de Orden Público. No dejaba acercar a nadie; quería que todos los granujas se retiraran y ser ella sola la que guiase a las dos damas hasta arriba. «¡Qué pesados, qué sobones!... En todo quieren meter las narices... Atrás, gateras, atrás... Quitarvos de en medio; dejar paso».

Palabra del Dia

vengado

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