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Actualizado: 2 de junio de 2025
Hauptmann, más cruel que Catulo, no se contenta con desterrar el milagro de la vida real, sino que le destierra también de la poesía, ó le trueca en pesadilla de agonizante.
Acontecióle entonces lo que nos acontece cuando despertamos de una molesta pesadilla: su corazón se espació y aspiró con placer el aire frío que, zumbando en las cornisas, penetraba en remolino hasta el fondo del patio.
Su inquietud, sus ojos sorprendidos é interrogantes, parecieron devolver la serenidad á Freya. Se pasó una mano por la frente, como si despertase de una pesadilla y quisiera repeler sus recuerdos con este ademán. Su mirada fué serenándose. Adiós, Ferragut; no me haga hablar más. Acabaría usted por dudar de mi razón... Ya lo sabe: seremos amigos, amigos nada más. Es inútil pensar en lo otro.
Unieron sus argumentos uno y otro, como queriendo ocupar la atención de Nepo y Körner, a los argumentos de Körner y Nepo; y perseguido por aquella tremenda pesadilla, Bonifacio, muerto de sueño, ebrio de cólera, de fiebre y cansancio, se declaró en franca y acelerada fuga y se encerró en su cuarto, bien decidido, eso sí, a salir para Cabruñana al ser de día, acompañado de los papeles que el tío le había metido por los ojos.
Los dos años siguientes transcurrieron para Lubimoff como en una pesadilla. ¿Qué mundo era éste?... Sus antiguas amistades desaparecían. Algunas de las mujeres frívolas que habían amenizado su existencia contemplaban los acontecimientos con una tranquilidad inconsciente; pero otras se mostraban abnegadas y heroicas, olvidando sus actos anteriores, sintiendo formarse dentro de ellas un alma nueva.
Dió un espantoso grito, movió al fin sus brazos, y de un terrible revés envió lejos de sí á Pimentó y su extraña cabellera. Tenía los ojos bien abiertos y no vió más al fantasma. Había soñado; era sin duda una pesadilla de la fiebre; ahora volvía á verse en la cama con la pobre Teresa, que, vestida aún, roncaba fatigosamente á su lado.
Durante algún tiempo nada me dijo; ni yo, sorprendido, acerté a decirla nada: luego pareció como que despertaba de un sueño, de una horrible pesadilla, y exclamó con un acento ardiente y lleno de ansiedad: ¡Ah! ¡Gracias a Dios! Y se separó de mí, se dejó caer en un sillón, se cubrió el rostro con las manos y rompió a llorar.
El Universo, a juzgar por Vetusta y sus contornos, más que un sueño efímero, parecía una pesadilla larga, llena de imágenes sucias y pegajosas. El Padre Goberna, que sabía dar color local a sus oraciones, no decía en Vetusta que no somos más que un poco de polvo, sino un poco de barro. ¿Polvo en Vetusta? Dios lo diera. El mal tiempo se llevó la resignación tranquila, perezosa de Anita Ozores.
Don Juan probó unos momentos semejantes, y luego, como si despertase de una pesadilla horrorosa, gritó con un acento imposible de hacer comprender: ¡Muerta! ¡muerta! ¡y muerta por mí! Y seguidamente se arrojó sobre el cadáver y unió su boca á la boca helada de Dorotea.
Pero aun así, no se comprende, parece producto del frenesí, parece una pesadilla, tan larga alegoría. No obstante, la segunda parte del FAUSTO, por cima de todo lo alegado en contra, se lee con interés. Esto consiste, en que la alegoría poética tiene y seguirá teniendo siempre alguna razón de ser.
Palabra del Dia
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