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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Paquito salió el primero: tenía el aire de un chico que ha sentido en una pesadilla un peso enorme, que no ve, ni palpa, ni comprende, pero que le oprime y le anonada y le deja el pecho jadeante. Lilí salió después y se le quedó mirando; los dos se acercaron al retrato. ¡Uy! dijo Lilí desolada ¡Lo que le han puesto!...
A la media hora la pobre niña descansaba tranquila, y su mamá se fue a dormir al sofá del gabinete, porque la cama despedía fuego. Antes quiso dar parte a su marido de la desazón de la niña. ¿Lo de siempre? preguntó él desde el embozo de la única sábana con que se cubría. Sí, lo de siempre, pesadilla, convulsiones; ha sido de los ataques más fuertes. Por fin se ha tranquilizado. ¡Pobre ángel!
A los dos les parecía vivir en otro mundo, rodeados de las incoherencias de una pesadilla. ¡Ellos teniendo que preocuparse del dinero, que había sido hasta entonces algo natural en su existencia, como lo es para todos el sol, el aire ó el agua; viéndose obligados á perseguirlo en su fuga por caminos que desconocían!... No, esto no era lógico: un breve capricho del destino.
No tenía sueño; por el contrario, sentía como una exaltación de todo su ser, y una ansiedad confusa, un desorden en todas sus ideas; reaparecían en su espíritu las historias de amor evocadas por la abuelita de las Aliaga, luego la escena extraña en el comedor, la tragedia de Laura, la expresión de dolor en la cara de Julio; en seguida afluyeron también las imágenes de sus antepasados atormentados de pasión, y su abuela mística y sus éxtasis incomprendidos; todo desfilaba con una agitación de pesadilla y la rodeaba como de una atmósfera sugestionante.
Como dicen que se ocupa usted en fisgar todo lo que sucede en su casa, quizá por eso no la quiera tanto. El dardo fué certero y lanzado con vigor. En efecto, el hórreo de la tía Rosenda, próximo á la morada de don Félix por la parte de atrás, era cómoda atalaya desde donde la vieja espiaba noche y día. Una verdadera pesadilla para el capitán.
Y los pechos parecieron dilatarse con un suspiro de desahogo. Los ojos brillaban de satisfacción. ¡Terminada la pesadilla!... Era preferible la cruel realidad á una incertidumbre de días y días que los prolongaba como si fuesen semanas.
La expedición salió, y los sanjuaninos federales, y mujeres y madres de unitarios respiraron al fin, como si despertaran de una horrible pesadilla. Facundo desplegó en esta campaña un espíritu de orden y una rapidez en sus marchas, que mostraban cuánto le habían aleccionado los pasados desastres.
Porque me he mirado a un espejo que tengo aquí colgado en la pared, y me he encontrado viejo, enfermo, horriblemente demacrado, con todas las señales de la tisis. He encontrado en mi mesa un manuscrito: manuscrito mío, no puedo dudar de ello. Ese manuscrito me ha dicho que he estado loco, que he soñado. Que he vivido muchos años, entregado a una pesadilla dolorosa y que despierto para morir.
Pues unas veces, porque «esa es la Ley», que parece hecha de intento para amparar delincuentes; y otras muchas, porque hacia ese lado la empujan... aquellas nubes negras que también vio usted anoche en su pesadilla. No lo creo, y usted perdone. ¡Dichoso usted! Pero ¿qué razón hay, puestos a creer en esas nubes, para que no favorezcan a nuestro amigo y sea condenado el otro?
Otros llevaban todo el rostro cubierto con una máscara de vendajes, sin dejar visibles mas que los ojos, los pobres ojos, que parecían sentir miedo por adelantado y algún día habrían de familiarizarse con el horror de un rostro que fué joven meses antes y ahora era igual á una visión de pesadilla. Algunos se mantenían intactos, disponiendo de la fuerza y la agilidad de todos sus miembros.
Palabra del Dia
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