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Actualizado: 2 de mayo de 2025
¡Pero es horrible entrar en una noche sin límites, eterna! No tal... La vida es una pesadilla... La muerte es un sueño tranquilo... Cerró de nuevo los ojos. El P. Gil le apretó cariñosamente la mano, exclamando: ¡Quién sabe! La mano del moribundo se estremeció levemente. El excusador no volvió a desplegar los labios.
Lo que me choca más es el propósito de que las novelas, cuentos, academias o como quieran llamarse, no se han de escribir para deleitar y pasar agradablemente el tiempo con su lectura, sino para mortificar, aterrar y compungir a los lectores, como con una pesadilla tenaz y espantosa.
En aquella quietud soporífera, en aquella obscuridad de pesadilla hubieran permanecido aquellos caballeritos y aquellas señoritas hasta el amanecer, de buen grado.
Mi compañero suspira, levanta los ojos al cielo, se pasa la mano por la ancha frente como para disipar una pesadilla terrible, cruza los brazos en las largas esperas de plato a plato como pidiendo a sí mismo serenidad y calma... Yo intento comer en silencio. ¿Lo consigo? Creo que no.
Poco después se descuidó algo D. Valentín, alzó la voz demasiado al preguntar á Clara por su madre, y ésta exclamó desde la alcoba: ¡Qué pesadilla de hombre! Se ha propuesto no dejarme descansar. ¡Si parece que está hueco! Valentín, habla bajo y no me mates. D. Valentín salió entonces zapeado de la estancia en que se hallaban Clara y Lucía, y las dejó solas.
Conforme iba escribiendo arrojaba las cuartillas al suelo, sin leerlas y sin numerarlas. A las doce entraba su criado a traerle el almuerzo, recogía las cuartillas esparcidas y las llevaba a la imprenta. Los impresores temían a las cuartillas de Balzac. Era para ellos como una pesadilla. En pruebas, las rehacía totalmente.
En esotra casa más arriba está durmiendo un mentiroso con una notable pesadilla, porque sueña que dice verdad. Allí un vizconde, entre sueños, está muy vano porque ha regateado la excelencia a un grande.
Cuando despertó se sintió anegada en sudor frío y tuvo asco de su propio cuerpo y aprensión de que su lecho olía como el fétido humor de los hisopos de la pesadilla... «¿Iría a morir? ¿Eran aquellos sueños repugnantes emanaciones de la sepultura, el sabor anticipado de la tierra? ¿Y aquellos subterráneos y sus larvas eran imitación del infierno? ¡El infierno!
Una sola, allá en Lima, me quiso de veras con amor fervoroso, pero criminal. Yo también la quise, por mi desgracia, porque tenía un genio de todos los diablos, y queriéndonos mucho, la historia de nuestros amores se compuso de una serie de peloteras diarias. Aquellos amores fueron pesadilla, y no deleite.
Asegúreme de antemano, querida amiga, que no he soñado lo que me confió usted anoche. Y no lo ha soñado usted... Ahora hablemos razonable y seriamente, si es posible. Le he libertado de una pesadilla que desgarraba su corazón... ha sido un poco a pesar mío, lo confieso... pero, en fin, creo que, eso no obstante, me guardará algún agradecimiento. Un agradecimiento infinito.
Palabra del Dia
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