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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Estaba solo; la chica había seguido a su madre; lo único que le quedaba era aquella tierra traidora que se chupaba a las personas y acabaría con él, cubierta siempre de flores, perfumada y fecunda, como si sobre ella no hubiese soplado la muerte. Ni siquiera se había secado un rosal para acompañar a la pobre Borda en su viaje.
Con razón se las llama aves del paraíso. ¡Ah! ¿Estas son las famosas aves del paraíso? Sí, señor Cornelio. Siendo tan hermosas, no deben ser desagradables al paladar. Son deliciosas, y de carne perfumada, pues se alimentan de nueces moscadas y de flores de pimienta. Nuestro amigo el papú parece que codicia sus plumas. Miradle cómo acecha a esas aves. ¿Y para qué quiere las plumas? Ya os lo diré.
Clara, bella y perfumada, Era una tarde serena, De esas tardes en que el cielo Todas sus galas ostenta, En que la brisa y la flor Nos hablan con voz secreta, En que las bellas suspiran, En que medita el poeta, En que el infame se esconde, Y en que el pueblo se recrea.
Si muchos de los salones están en el palacio consagrados al culto del arte y de la historia, hay otros, espaciosos como jardines, verdaderos bosques en miniatura, que reproducen los caprichos de esa suntuosa y perfumada arquitectura de la naturaleza, que se llama vegetación. ¡Qué de primores aglomerados allí!
Vuela y vuelve á dormir tranquilamente De la esperanza en la divina almohada, Por el amor materno perfumada, Vuela y vuelve paloma á reposar; Y ojalá que al abrir tus ojos bellos, Por la razon fulgente iluminados, De lágrimas no se hallen empañados, Ni puedan estas páginas borrar. QUE ME ASISTÍA EN UNA ENFERMEDAD, SIENDO MI M
En reserva les diré á ustedes que con mucho sigilo me dijo en una ocasión una india que servía á una mestiza cuarterona, que ó pesar de todo cuando decía su ama, de cuando en cuando mascaba un chiquirritín buyito y saboreaba un cigarrillo; pero que siempre lo hacía teniendo cerca el cepillo de los dientes y el agua perfumada.
Los ojos del comerciante fijábanse con avidez en la nuca perfumada por las matinales abluciones y todas las blancuras inmediatas revelarlas por la entreabierta penumbra de la blusa. De aquí saltaba su mirada a las redondeces de las piernas, envueltas en calada seda, emergiendo entre el follaje sedoso de las faltas. Maltrana se acercó a él como si hubiese olvidado la escena de poco antes.
Los ligeros pasitos volvieron a resonar otra vez alejándose, y Jacobo tornó a acercarse con el revólver montado y el oído atento. A poco sonó una tos sospechosa; no era la pulcra, perfumada y cadenciosa tos del tío Frasquito, sino una tos asmática, tos de viejo, que recordaba esos crujidos peculiares que anuncian en las casas ruinosas el próximo hundimiento.
Otro día, en el camerino de una cupletista, pedía a gritos con rotos gritos de epiléptico una jofaina de agua perfumada, porque quería morir abriéndome una vena. Esta dulce muerte romana la acababa de aprender en ¿Quovadis?, película de gran metraje que se estaba proyectando en un teatro.
Una brisa fresca perfumada de trébol y madreselva corría por el campo.
Palabra del Dia
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