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Actualizado: 7 de julio de 2025


Pero decirle, en confianza, que el total de esta fortuna pasa derecho a su hija, exceptuando varios legados, entre los cuales están incluidas diez mil libras para el señor Seton y otras diez mil para usted; dos mil para la señora Percival, y algunas pequeñas sumas para los sirvientes. Pero añadió, hay una cláusula en el testamento muy enigmática, y que le afecta a usted íntimamente.

Bettina, hemos olvidado en el carruaje nuestras carteras, y las necesitaremos. Voy a buscarlas. Y como miss Percival se preparara a ir por ellas, Juan le dijo: Permitidme, señorita, que os las traiga. Siento, señor, molestaros... El sirviente os las entregará. Están en el asiento de adelante.

Miss Percival se hablaba a misma: ¿Qué hacer? ¿qué decidir? ¿deberé casarme con ese joven que está enfrente y me mira?... pues es a a quien mira... Dentro de un momento, en el entreacto, vendrá y no tendría más que decirle: «¡Está bien! he aquí mi mano... Seré vuestra esposa.» ¡Y así lo haría! ¡Princesa, yo sería Princesa, Princesa Romanelli! ¡Princesa Bettina! ¡Bettina Romanelli!

Señor Juan... ella lo había llamado señor Juan... y nunca su nombre le pareció tan lindo. ¡Y los últimos apretones de manos al partir, antes de subir al carruaje!... Miss Percival había estrechado más que madama Scott, un poco más, seguramente.

Entretanto, Paulina, en un rincón de la pieza hablaba con mucha animación y misterio con miss Percival. Su conversación terminó con estas palabras: ¿Vos estaréis allí? decía Bettina. , estaré. ¿Y me diréis en qué momento? Os lo diré, pero cuidado... ahí viene el señor cura, y es preciso que ni sospeche...

El otro día le preguntó, con la mayor reserva, a la señora Percival, que reside con nosotros en Mayvill, si creía que Mabel tomaría a mal que él se declarara a Dolly. Se ve, pues, que sus pensamientos se encaminan, evidentemente, a las sendas matrimoniales.

Un retrato de mujer vino a colocarse por solo bajo su pluma. ¿Qué venía a hacer allí en medio de las victorias de Turena, aquella buena mujercita? ¿Y cuál de las dos era?... ¿Madama Scott o miss Percival? ¿Cómo saberlo?... ¡Se parecían tanto! Y Juan, penosa, trabajosamente, volvía a la historia de las campañas de Turena.

Miss Percival llegó a París el 15 de abril, y no habían transcurrido quince días, cuando empezaron a llover los pretendientes. En el curso de este primer año, Bettina se entretuvo en llevar la cuenta con exactitud; en este primer año, habría podido, si hubiera querido, casarse treinta y cuatro veces... ¡Y qué variedad de pretendientes!

Lo que todas las buenas madres desean para sus hijos, sobre todo cuando sus hijos han hecho locuras... un rico casamiento o una buena amistad. En Longueval encuentro las dos combinaciones, y aprovecharé una u otra. Dentro de diez días me harás el gusto de prevenirme, de hacerme saber cuál de las dos me abandonas: madama Scott o miss Percival. ¡Estás loco! No pienso ni pensaré nunca...

Nos miraba a todos, y parecía decirse: «¿Qué significa tanta gente? ¿Qué viene a hacer en mi casaNosotros íbamos a ver a la señora Scott y a la señorita Percival, su hermana. ¡Y os garantizo que valía la pena! ¿Y vos conocéis a estos Scott? preguntó la Condesa, dirigiéndose a M. Larnac. , señora, los conozco.

Palabra del Dia

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