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Actualizado: 7 de junio de 2025


Al notar la distracción del muchacho, el maestro pensó que estaría leyendo alguna novela, y por temor de encontrarse con un nuevo libro obsceno y vergonzoso, no se lo pidió, limitándose a observarle que no se venía a la clase a leer novelas... No estoy leyendo novelas, replicó Manuel Peralta, con su desagradable voz de pollo que comienza recién a cacarear.

Pocos días después aparecieron en Avila los pasquines sediciosos, y aunque don Alonso, prevenido y aconsejado por el mismo don Diego, habíase marchado la víspera a la corte, el señor de San Vicente y su esposa, en una plática de sobremesa, soplaron su nombre al doctor Pareja de Peralta, alcalde de corte enviado por el Rey.

Aborrecía ya a aquel hombre Cervantes, y por nada del mundo hubiera querido obligarse a no pedirle razón cumplida, espada contra espada, de todas las desgracias que había causado a la madre de doña Guiomar y a ella misma; y por esto, y aunque ardía en deseos de tener cuanto antes presentes las perfecciones y los encantos de su bien amada, deteníase, y pensaba en que tal vez sería mejor ir a buscar a aquel bachiller Carrascosa, su amigo, porque conocía a todo el mundo en Sevilla, y debía conocer a don Baltasar de Peralta, y preguntarle cuál fuese su morada, e ir a buscarle y provocarle de tal manera, que no pudiese dejar de ponerle en la ocasión de matarle.

Habíanse preso cuatro bravucones de mirada torva y harapiento pelaje, que harto claro manifestaban, sólo con dejarse ver, que eran racimos de horca, no vendimiados aún por la justicia. Halláronse en el aposento de Florela los cuerpos de doña Guiomar y de don Baltasar de Peralta, ella marchita y afeada por la muerte su hermosura, él cubierto aún con el antifaz el semblante.

Con las lanzas y adargas se ha de hacer esta batalla de cinco a uno, porque es cosa nueva. ESPIN. ¿Qué hay, Peralta? PER. Aquí me hirió. ALVAR. ¡A él, que me ha herido a ! PER. ¡Bravo esfuerzo! NU

Notando intrigado en su tono y su gesto irónica impudencia, monsieur Jaccotot le preguntó: ¿Qué lee usted, pues? Peralta se levantó arrogantemente y entregó al profesor un cuaderno, diciéndole: Esto. En la clase se hizo un gran silencio de curiosidad y expectativa... Monsieur Jaccotot tomó el cuaderno y lo abrió en su primera página.

Arrojose Lisarda a los pies de mi padre y confesó su delito, pidiéndole con lágrimas y desmayos la perdonase, y viese que el amor que la había cogido por don Baltasar de Peralta, al engaño la había llevado de hacerle creer, recibiéndole siempre a oscuras, que no era ella, sino su señora quien le recibía.

PER. Dos mil ducados te envía De socorro el rey Fernando. NARV. Dios guarde al Rey mi señor. Esta tarde hay paga. ALVAR. Vivas Mil años, y dél recibas Premio igual a tu valor. NARV. Ea, poned mesas luego; Todo os lo he de dar, ¡por Dios!, Y a ser diez mil, como dos. ESPIN. Peralta, mis pagas juego. PÁEZ. ¿Quién habrá que eso no haga? NARV. Llama aquesas cajas, Páez.

Se le volvió el alma de arriba abajo a Miguel de Cervantes, y temblaba de cólera, y al mismo tiempo se le alegraba el corazón, porque oyendo estaba que se le venía a las manos la mejor manera que podía haber deseado de castigar a don Baltasar de Peralta y libertar de él a su adorada y ya imposible doña Guiomar.

Más famoso por su personalidad y por la expansión de sus sentimientos en poesías líricas, que por escribir algunas comedias, fué D. JUAN DE TARSIS Y PERALTA, CONDE DE VILLAMEDIANA. Este caballero, elegante y de talento, perteneciente á una de las familias más nobles de España, superintendente de Correos del reino, fué también uno de los astros más brillantes de la corte de Felipe IV. Hiciéronse muy populares las canciones amorosas que le inspiró su carácter, sensible y muy apasionado de las damas.

Palabra del Dia

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