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Nada perdía con tener contenta a la abuela. En las Carolinas seguían hablando de su tesoro, y ¡quién iba a saber si pensaría en su nieto como heredero! Isidro rió de la avaricia que se despertaba en él. Sentíase alegre, a pesar de que hacía tiempo que no ganaba dinero.

Cuando yo esté en mi posición, en mi verdadera posición, no diré jamás una mentira. ¡Cuánto me repugna lo que no es verdad!... ¿Pero qué pensaría esa gente si yo les dijera que voy de paseo con Miquis?... Es domingo, hoy no tiene clase, y anoche me dijo que quería enseñarme las cosas bonitas de Madrid, el Museo, el Retiro, la Castellana». Y volvió a mirarse las botitas.

Hablar así de diario sería muy feo. Usted mismo pensaría mal de . Las gentes que nos viesen murmurarían. Mamá llegaría a saberlo y regañaría mucho y con razón sobrada. Bueno, me alegro con toda el alma de que esté usted decidido a hacerse presentar cuanto antes. Eso es lo recto y lo leal. ¿Qué?... No me atrevo a contestar a eso. Yo no entiendo bien esta maquinaria.

Esto es, por otra parte, lo que me ha impedido hasta ahora engañar a mi marido, porque en amor hay que pagar al contado. ¿Qué pensaría el que me adora si me viera tal como soy...? ¡Huiría de , después de una hora de embriaguez, y no le vería más...! ¡Me causa horror pensarlo...! ¡Deme usted un año de juventud...! Mire... ¡Deme usted solamente seis meses...! ¡Tenga yo durante seis meses el rostro y el cuerpo que tuve antiguamente...! ¿Y después, Dios mío...? ¡Después... me resignaré...!

No señora. No tengo valor para tanto. Además, tiemblo al pensar lo que ocurriría en esta casa si yo hablase. ¿Qué pensaría mi pobre Andresito? ¿Qué diría don Eugenio, que es la honradez personificada? Y la verdad es que debía hablar a mi marido para abrirle los ojos, pues aunque resulte un malvado en casa, es un tonto fuera de ella. Esa mujer le engaña y se burla de él.

Así pasaron más de un cuarto de hora en medio de la calle, bajo la lluvia, llamando la atención de los escasos transeúntes, que ante una pareja tan olvidada de misma hacían comentarios maliciosos. Por fin, la costurera pareció ablandarse. Lo pensaría; tal vez al día siguiente pudiera contestarle. Y tras esta promesa, que para Juanito fue una felicidad.

Betina fumaba, fumaba, con los ojos azules e ingenuos, en un éxtasis de arte. ¿Qué pensaría aquella linda cabeza de paje provenzal, tan exquisita, tan femenina y al par tan rebelde y tan misteriosa? Después, llegaba Fantomas, el rey de los ladrones. Nosotros no le tomamos nunca completamente en serio. Nos parecía un folletín ambulante.

De mucho contestó el hombre, añadiendo en una voz grosera y ruda, que llevaba impresa la inenarrable marca del lenguaje inculto del paisano. Lo que digo lo haré. sabes bien eso, ¿no es así? Por cierto contestó. Pero ¿por qué me tratas de esta manera? Piensa en el peligro a que me expongo viniendo a verte aquí de noche. ¿Qué pensaría la gente si lo supiera?

Vamos a ver, cualquiera en mi caso ¿no pensaría que íbamos a entrar en el terreno de la formalidad?... Pues nada, a los dos días voy por allá; intento hablarle aparte en calidad de novio y me da un bufido que me dejó helado.... Y así estoy. Ni si me quiere o si deja de quererme, ni tengo tranquilidad para dedicarme a mis quehaceres ni hago otra cosa que pensar en esa maldita chiquilla.

Era indispensable poner a Nieves en la precisión de aclarar aquel misterio; pero ¿cómo? ¿por buenas? ¿por malas? ¿mandándola venir? ¿yendo él a buscarla? Y si resultaba al postre que todo era una pura alucinación suya y que Nieves tenía razón, ¿qué pensaría de él? ¡Qué disgusto para la pobre niña!... Pero ¿y si había algo?