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Actualizado: 2 de junio de 2025


Estas eran grandes, blancas, muy lindas al llegar, como arañas de cristal con ricas girándulas, y en las que los rayos del sol producían tan variados matices que brillaban cual si fuesen pedrerías. ¡Ay! ¡qué diferencia al cabo de dos días! Afortunadamente que la arena se hundía y las enterraba.

Es aquello un bazar oriental en que se ostentan tejidos de damasco, púrpura, oro y pedrerías en decoraciones caprichosas. El pueblo llena las calles, los jóvenes acuden a la novedad, las señoras hacen de la parroquia su paseo de la tarde.

Y entre los oros de la tarde incierta vuela al capullo de tus labios rosa la mariposa de mi alma muerta... Cual átomos de raras pedrerías los pensamientos de la luz circulan en las templadas brisas que modulan un desplegar de ténues sederías. Salta en collar de rotas melodías, que en musicales ópalos ondulan, la risa entre sus dientes que simulan un éxtasis de esclavas perlerías.

Llegar a la India, ponerse en contacto con sus riquezas, apoderarse de sus pedrerías y sus especias de exótico perfume, entrar en la ciudad de Quinsay, urbe monstruosa de treinta y cinco leguas de ámbito con «doscientos puentes de mármol, sobre gruesas columnas de extraña magnificencia», fue el ensueño con que empezó su vida el siglo XV, para no finalizar hasta haberlo realizado.

Ya no brillaban encima de ella el raso ni las pedrerías como el día en que se despidió del mundo. ¡Oh! ¡no! un amplio sayal de burdo paño envolvía su lindo talle como una mortaja, sus largos cabellos negros, habían sido cortados, y los que le quedaban estaban ocultos tras la blanca toca que dibujaba su frente cándida, más blanca aún.

Pero una mujer hermosa, matizada, abrillantada por brocados y pedrerías, y saturada de blandos y exquisitos perfumes, embriaga. Por eso estaba embriagado don Juan Montiño. Y como cuando estamos dominados por la embriaguez no somos dueños de nuestra razón y lo olvidamos todo, el joven, dentro de aquella litera y en aquella situación, se había olvidado completamente de doña Clara Soldevilla.

De otro lado se ven figuras de una personalidad especial: aquí Nana-Sahib en gran pompa y fumando en su pipa llena de pedrerías, sentado á estilo oriental; allí O'Connell, en la actitud del orador; mas acá Abd-el-Kader, con su sable de árabe defendiendo la independencia de su pueblo; allá Manín ú otro de los mártires de la libertad que han personificado una causa.

Detrás de aquellos ojos dulces y apacibles, detrás de aquel cútis blanquísimo, de aquellas sutilísimas venas azules, de-aquel bello contorno; más allá del magnífico carruaje que la conduce como en triunfo; más allá de las galas y de las pedrerías que adornan su traje; más allá de los torreones de aquel suntuoso palacio de donde acaba de salir, me parece que veo cierto espíritu de resignacion y de melancolía.

El fin de la espléndida visión fue que el Rey le dijo al bueno de Mordejai que de las dos cosas que deseaba, riquezas y mujer, no podía darle más que una; que optase entre las pedrerías de gran valor que delante miraba, y con las cuales gozaría de una fortuna superior a la de todos los soberanos de la tierra, y una mujer buena, bella y laboriosa, joya sin duda tan rara que no se podía encontrar sino revolviendo toda la tierra.

Los pocos seres que allí estaban de paso ó con residencia fija, eran lo más culto y distinguido de la creación: insectos vestidos de oro y condecorados con admirables pedrerías; aves sentimentales y discretas que cantaban sus amores en cortesano estilo, y sólo á ciertas horas de la mañana ó de la tarde.

Palabra del Dia

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