Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !


Inmediatamente tomé yo un plato de arroz, del que aun no se había servido y lo lancé detrás de la botella. ¡Ah miserable pilla! vociferó mi tía, lanzándose sobre . No se me acerque le dije retrocediendo; si me llega a tocar, esta noche misma escribo a mi tío de Pavol. ¡Ah!... dijo mi tía, quedando petrificada y con el brazo extendido.

Cuando sea abuela, les contaré a mis nietecillos, que ése fue el primer descubrimiento delicioso que hice al entrar a la vida. Pero de aquí a allá, hay tiempo. «Aunque mi vida sea aquí una continua sorpresa, ya estoy, con todo, bastante acostumbrada al Pavol y al lujo que me rodea.

Si vengo del Pavol; he querido absolutamente venir sólo a buscarte. ¿No te recuerda nada este jardín humedecido, Reina? No respondí directamente a su pregunta; sólo le dije: Pero vos... tenéis un triste recuerdo del Zarzal... ¡Cómo! Nunca he pasado rato más delicioso. ¡Oh¡ repuse mirándole solapadamente, si mi tía era horrible.

El único acontecimiento del fin de invierno, fue en efecto la instalación del cura en la parroquia del Pavol, y me parece inútil demostrar con palabras el júbilo de ambos al hallarnos cerca y sin temor de próxima separación. ¡Con qué delicia le veía subir al púlpito y predicar contra la iniquidad de los hombres!

Un amigo del señor de Pavol dijo en broma un día que a los veinticinco años se parecería rasgo a rasgo a Juno; el nombre le quedó. Mi admiración por mi espléndida prima se trocó en verdadera pasión y mi tío se divertía con mi encariñamiento y mi entusiasmo. ¿No has visto nunca mujeres lindas, sobrina? No he visto nada; como que he pasado mi vida en un desierto.

Susana díjele colocándome delante de ella, con aire resuelto, ¿conque yo soy rica? ¿Quién os ha dicho tal sandez, señorita? Eso no te importa, Susana; lo que quiero es que me contestes y me digas dónde vive mi tío de Pavol. ¡Quiero, quiero! rezongó Susana, se acabó la niña a fe mía. Ídos a pasear, señorita; no os diré nada, porque nada . Mientes, Susana, y te prohíbo que me contestes así.

No quiero que una sobrina mía adquiera hábitos y maneras, que si se pueden excusar hoy por sus pocos años, mañana la podrán hacer pasar por... ¡hum! ¿Por qué, tío? El señor de Pavol tuvo un violento ataque de tos. ¡Hum! por una mujer criada en las selvas, o algo por el estilo. Y tal apreciación no iría muy descaminada, puesto que el Zarzal y una selva son la misma cosa.

Pocos minutos después, hallábame en el tren, sentada frente a mi tío, completamente desorientada y aturdida por el movimiento del tráfico y por la novedad de mi posición. Así que me repuse algo, examiné al señor de Pavol. Mi tío, de altura mediana, bien formado, de espaldas anchas, manos gruesas, coloradotas y poco cuidadas, no ofrecía a primera vista un aspecto aristocrático.

Pero sus muchas obligaciones le impidieron escribir al señor de Pavol esa misma noche, y al día siguiente, mi tía que luchaba desde algunas semanas con sus achaques, cayó gravemente enferma. Cinco días después, la muerte llamaba a las puertas del Zarzal, y cambiaba la faz de mi existencia.

Este amor por la soledad, crecía diariamente en razón directa de mi melancolía. En fin, poco a poco perdí toda mi locuacidad, y si el señor de Pavol, no hubiera tomado a lo serio mi amor desde hacía tiempo, este solo hecho habría bastado para probarle su intensidad. Seis meses pasáronse así. Un día, el aniversario de mi llegada al Pavol, hallábame sentada en el jardín de la casa parroquial.