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Actualizado: 4 de junio de 2025
Juno tocó diez veces seguidas el último pensamiento de Weber u otro aburrimiento por el estilo, indicio en ella de gran preocupación, mientras que mi tío nos observaba de un modo perspicaz y burlón. El señor de Kerveloch vino a almorzar al Pavol al siguiente día; tres después pedía la mano de Blanca, y apenas habían pasado dos semanas de esto, cuando yo escribía al cura.
Quiero saber si mi tía tenía razón al decir que todos los hombres eran unos herejes. Que, ¿le faltaba el sentido común? Tuvo mucho el día que se fue al otro mundo; pero fue la única vez respondí con calma. El señor de Pavol me miró con evidente sorpresa. ¡Ah, sobrina! ¡Tienes una claridad para expresarte! Qué, ¿no te llevabas bien con la señora de Lavalle? Cabal.
Te volví a ver cuando tenías seis años; te encontré entonces alegre, y bien tratada y después, a fe, casi, casi te olvidé; lo que siento profundamente hoy, puesto que no eras feliz. ¿Me tendréis siempre a vuestro lado, desde ahora, tío? Sí, por cierto respondió el señor de Pavol, con vivacidad. Cuando digo siempre... digo hasta mi casamiento, porque yo, me casaré pronto.
El cura había escrito al señor de Pavol para notificarle que la señora de Lavalle se hallaba enferma, pero los progresos de su mal fueron tan rápidos, que mi tío recibió el despacho que le anunciaba el desenlace fatal, antes que hubiese contestado a la carta del cura. Y nos telegrafió, en seguida, participándonos que no le era posible asistir al entierro.
Ya sé, ya sé sobrina, la idea prueba que ama a mi hija; pero, creeme, la olvidará muy pronto, y cuando vuelva, trataremos de que su corazón no se equivoque más. ¿Entonces, tío, pensáis, que un hombre puede querer dos veces en su vida sin ser un fenómeno? El señor de Pavol me acarició las mejillas, mirándome con una conmiseración provocada tanto por mi pesar como por mi inexperiencia.
Veremos me decía, si Le Maltour resiste a esta prueba. ¡Ah mi querido tío, convenceos de que he de salir con la mía y de que de aquí a pocas horas me habré deshecho de ese intruso! Al día siguiente el barón se presentó con el aspecto desconcertado, del que camina sobre vidrios. Yo le recibí tan amablemente, que se repuso, al mismo tiempo que se disiparon los temores del señor de Pavol.
Tendió la mano a Blanca, y le dijo con voz franca y natural: Prima, no deseo más que vuestra felicidad, y espero que seguiremos siendo siempre buenos amigos. Pero este comportamiento de héroe de comedia, no le libraba de sentir hondo pesar. Sus visitas al Pavol, fuéronse haciendo cada día más raras, y le notaba muy cambiado, moral y físicamente.
Era demasiado joven para no tener ideas absolutas, y pensaba con toda convicción, que en cuestión de pesares, nada es comparable a un amor desgraciado. Si el curato del Pavol se ve vacante algún día, Reina, lo aceptaré con júbilo; desgraciadamente este cambio no depende de mí. Lo sé, lo sé, pero mi tío conoce mucho al señor obispo, y arreglara todo.
Antes que las ramas y plantas que lo cubran hayan retoñado, Pablo la habrá olvidado y antes de que las hojas tengan tiempo de marchitarse otra vez, habrá vuelto al Pavol y... Sonrió expresivamente, y se marchó sin terminar su frase. Yo le miré alejarse sorprendida, pensando que son muy originales los tíos que predicen el porvenir con tanto aplomo.
¿Os acordáis, señor cura? díjele indicándole el cerezo, a que había trepado Pablo. Pensemos en otra cosa, Reinita. ¿Acaso me es dable, señor cura? ¡Si supierais cuánto le quiero! Os aseguro que no tiene defectos. Una vez en este terreno ningún poder humano me hubiera podido detener, tanto más cuanto que en el Pavol me veía obligada a ocultar mis impresiones.
Palabra del Dia
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