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Actualizado: 4 de junio de 2025
¡Eso es cierto! dijo Blanca con aire soñador. Pronto, y a sus expensas, supo el señor de Pavol, que si las mujeres hechas no valen nada, menos valen aún las jóvenes, pues pisotean sin pestañear las ideas de sus padres y sus tíos. El lunes, me levanté lo más contenta. Había soñado esa noche con Pablo de Couprat, y me desperté lanzando un grito de alegría.
¡Escribir al señor de Pavol! No por cierto. Después la chica no querría volver aquí. Es probable, pero esa es una consideración de segundo orden, de la que nos ocuparemos más tarde. Luego, Reina está llamada a vivir en sociedad hoy o mañana, y creo de necesidad que cambie su modo de vivir y vea muchas cosas de las que no tiene la menor idea. No soy de esa opinión, señor cura.
Y lo que teme, sobre todo, es que yo me queje al señor de Pavol, y le pida que me lleve a su casa. La amenazaré con escribirle a mi tío, y no estoy muy lejos continué después de un instante de reflexión, de hacerlo el día menos pensado. ¡Bah! siquiera eso es una cosa inocente dijo sonriendo el buen cura. ¡Veis, veis: vos mismo me aprobáis! exclamé batiendo palmas.
El comandante que era fanático por la música venía al Pavol varias veces por semana y su hijo le acompañaba siempre. De todos modos, siempre tenía la puerta franca, pues lo autorizaban para ello el haber sido compañero de infancia de Blanca y los vínculos del parentesco que unían a las dos familias.
Mi padre es, en efecto, comandante, señor cura. ¿Le habéis conocido? Y me ha prestado servicios hace muchos años. ¡Qué noble y excelente hombre! Sé que mi padre es querido por todo el mundo respondió el señor de Couprat, con el rostro más radiante que nunca. Y el comprobarlo es siempre para mi una nueva dicha. Pero continuó el cura, ¿no sois pariente del señor de Pavol?
Mi tío va más lejos y pretende que sólo los imbéciles no cambian de opinión; pero ¿sucede con el corazón lo mismo que con la cabeza? «Dadme luz, mi viejo cura». Cuando el señor de Pavol decidía algo, tío tardaba en ejecutarlo. Partiendo de este principio, señaló el 15 de Enero para verificar el matrimonio de Blanca.
El Pavol. Entonces, escribiendo a mi tío al castillo de Pavol, cerca de V * ¿llegaría la carta? Sin duda. Pues bien, señor cura; he hallado mi venganza. ¿No sabéis que si mi tía no me quiere, quiere en cambio muchísimo a mis pesos? Pero, hija mía ¿de dónde has sacado semejante cosa? díjome escandalizado el cura. Se lo he oído decir a ella misma; así es que estoy segura de lo que afirmo.
No primo, exactamente dijo el cura narigueando su rapé con júbilo; el señor de Pavol es sólo tío político de Reina; su esposa era una señorita de Lavalle. No importa exclamó el señor de Couprat, no renuncio a nuestro parentesco. Mucho más, cuanto que si se buscase bien, se encontrarían matrimonios entre mi familia y la de los de Lavalle.
Por cierto, y está muy deseosa de conocerte. Dirigiome mi tío algunas preguntas acerca de mi tía, y de mi vida en el Zarzal; luego tomó un diario y no abrió la boca hasta llegar a V *. Subimos entonces en un landó tirado por dos caballos, que debía conducirnos al Pavol.
Jugué a menudo con ella, mientras fuimos niños; pero desde hace cuatro años la he perdido de vista. Dicen que es muy linda. ¡Cuánto me gustaría estar en Pavol! exclamé. Nos veríamos con frecuencia. ¿Quién sabe, primita? Tal vez no os agradara, cuando me conocierais más.
Palabra del Dia
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