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Algunos pollos de los antiguos tertulianos de la casa de Elorza se habían deslizado en la concurrencia y contemplaban con grandes ojos abiertos y pasmados a la nueva religiosa, sin atreverse a dirigirle la palabra. Pero ella se mostraba serena y amable y les llamaba por sus nombres con cierta condescendencia protectora, dándoles recuerdos para sus familias.

Quedáronse pasmados todos los jueces con el profundo y sagaz tino de Zadig, y llegó la noticia al rey y la reyna. En antesalas, salas, y gabinetes no se hablaba mas que de Zadig, y el rey mandó que se le restituyese la multa de quatrocientas onzas de oro á que habia sido sentenciado, puesto que no pocos magos eran de dictámen de quemarle como hechicero.

Entonces entró D. Luis en el salón donde jugaban, dando taconazos recios, con estruendo y con aire de taco, como suele decirse. Los jugadores se quedaron pasmados al verle. ¡ por aquí a estas horas! dijo Currito. ¿De dónde sale Vd., curita? dijo el médico. ¿Viene Vd. a echarme otro sermón? exclamó el conde.

Asentimos de buena gana a tan cuerdo parecer, y quedáronse los hombres... hasta pasmados del «visual pomposu» que iban tomando los pasadizos y la escalera de la casona con la faena que nos hacía sudar.

Los hombres de la partida rodeaban ya al caballo, y alargaban el cuello y se quedaban pasmados, junto a la gran hoguera en la que la comida se sazonaba. Es un cosaco dijo Hullin, estrechando la mano de Materne. , Juan Claudio; le vimos en la laguna de Riel, y Kasper le tiró. Varios hombres bajaron el cadáver de la cabalgadura y le tendieron en el suelo.

La reyna, á quien informáron de su arribo, vacilaba agitada de temor y esperanza; y llena de desasosiego no podia entender porque venia Zadig desarmado, ó como llevaba Itobad las armas blancas. Alzóse un confuso murmullo así que columbráron á Zadig: todos estaban pasmados y llenos de alborozo de verle; pero solamente los caballeros que habian peleado tenian derecho á presentarse en la asamblea.

Llevóle hasta la pizarra y le señaló la prodigiosa cifra, 348, como se muestra un cometa en el cielo. ¿No lo ve usted bien? repuso el italiano, pues empínese sobre la punta de los pies, porque está muy alta, o eche usted mano de un telescopio; un simple anteojo no basta. Los dos, pasmados, se callaron. De los ojos de don Bernardino huyó la dorada visión, y sintió los escalofríos de la realidad.

El Duque contaba con su voz cascada y aquella sonrisa de hastío y superioridad que no se le caía de los labios casi nunca, multitud de aventuras galantes, devaneos y obscenidades que hacía pasar, diciendo previamente: «Usted ya está casada y se le pueden contar ciertas cosasEn pocos días desplegó como en un gran telón ante los ojos pasmados de la joven, el mundo cortesano que tanto ansiaba ella conocer, la vida íntima, secreta, de aquellos jóvenes pálidos, de bigotes retorcidos, que veía pasar en la Castellana guiando lujosos trenes, de aquellas lindas y orgullosas damas, que ostentaban en su carruaje timbre ducal y apenas se dignaban dejar caer sobre ella una mirada indiferente y desdeñosa.

Y luego la Dolorida y las demás dueñas alzaron los antifaces con que cubiertas venían, y descubrieron los rostros, todos poblados de barbas, cuáles rubias, cuáles negras, cuáles blancas y cuáles albarrazadas, de cuya vista mostraron quedar admirados el duque y la duquesa, pasmados don Quijote y Sancho, y atónitos todos los presentes.

Para ella era la noticia tan nueva, tan sorprendente, que por unos instantes estuvo mirando con ojos pasmados a su amiga como si no hubiese oído. En el estupor que le causaba, no oyó las primeras palabras de Paco. Sólo se hizo cargo al concluir de que estaba loando con calor la belleza de la niña. Tiene a quien parecerse murmuró el marica de Sierra con la misma intención maligna.