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Cuando llegué a Madrid dijo Momo y me vi solo en aquel cotarro, se me abrieron las carnes. Cada calle me parecía un soldado; cada plaza, una patrulla; con la papeleta que me dio el comandante, que era un papel que hablaba, fui a dar en una taberna, donde topé con un achispado, amigo de complacer, que me llevó a la casa que rezaba el papel.

942 "Vos siempre andas de florcita: no tenés renta ni oficio; no has hecho ningún servicio; no has votado ni una vez. ¡Marchá!... Para que dejés de andar haciendo perjuicio." 943 "Dame vos tu papeleta: yo te la voy a tener. Esta queda en mi poder; despúes la recogerás, y ansí, si te resertás, todos te puedan prender."

Vistieron á la muerta, la adornaron y la tiñeron el cabello antes de desfigurarle la cabeza á balazos. Querían, seguramente, perderte, pero no querían menos salvarse. Cesa de dudar la evidencia. Todo es seguro ya. ¿No fueron á retirar las alhajas del Monte de Piedad el mismo día del crimen? no pudiste hacerlo puesto que no tenías la suma necesaria y habías enviado á Lea la papeleta.

Presentación propuso a las otras dos arrojar a D. Paco al mar, y después le quitaron el sombrero para guardarlo en rehenes y privarle de tan útil prenda, si no las llevaba al Congreso Nacional. »Una de ellas tenía una papeleta de tribuna, que sin duda algún galán travieso le dio con el fin que puede suponerse.

Pasadas dos estaciones recibe una esquela, una papeleta orlada de negro; la lee sin entenderla al pronto; después se entera bien del contenido, y sin embargo no llora, no da señal alguna de pena.... Al contrario, aquel día y los siguientes experimenta como un sentirmento de consuelo, de bienestar y de alegría, porque la señorita Nucha, en el cielo, estará desquitándose de lo sufrido en esta tierra miserable, donde sólo martirios aguardan a un alma como la suya.... La doctrina resignada de la Imitación ha vuelto a reinar en su espíritu.

¿Me hacen ustedes el favor de una papeleta? pregunta en actitud humilde el sabio, que ha llegado hasta allí tragando polvo. El portero encargado de facilitarlas vuelve la cabeza y le dirige una mirada fría y hostil: después sigue tranquilamente la conversación empeñada. ¿Cuánto te ha costado a la contrabarrera?

Tengo la cabeza como si me hubieran sacado los sesos, poniéndome en su lugar miga de pan y perejil muy picadito... Por no molestarte, no te he dicho que me hagas una tacita de tila, que me refriegues la espalda, y que me des una papeleta de salicilato, de bromuro, o de sulfonal... Esto es horrible. Estás dormida como un cesto. Bien, mujer, descansa, engorda un poquito... No quiero molestarte».

En esto llega el señor empleado del Índice, silencioso siempre como un pez, y en lugar del libro le entrega de nuevo la papeleta. El sabio en estado de crisálida no sabe lo que aquello significa y da vueltas entre sus dedos al papel hasta que percibe dos palabritas de distinta letra debajo de su petición: no consta.

Acepté el ofrecimiento de Lea y me llevé sus perlas, sus zafiros, sus brillantes, con la decidida intención, oidlo bien, de no volver á presentarme delante de ella. En el Monte de Piedad obtuve ochenta mil francos. Envié la papeleta á Lea para que pudiera desempeñar sus joyas con el dinero que yo pensaba enviarle, y fuí á pagar mi deuda.

El empleado, sin dejar de mirarle, pasa la papeleta a otro empleado que a su vez le mira también con cuidado y la pasa a otro, y así sucesivamente pasa por todas las manos del grupo hasta que llega nuevamente a las del primero, el cual se la devuelve diciendo: Vaya V. allí enfrente.