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Actualizado: 8 de septiembre de 2025


Dijo con exaltación las últimas frases, palideciendo. Muñoz la contemplaba sin poder hacerse a la idea de que sus angustias concluían y de que Adriana sería suya. ¡Adriana! ¡Adriana! Ella se quedó como extática, cayó de rodillas, pero casi dando la espalda a Muñoz. Alzó la mirada, juntó las manos en actitud de apasionado arrebato; le caían lágrimas de los ojos fijos.

¿Qué es? ¿hablarás, perro? Capitán... está en la cala... Ya lo . ¿Por qué no ha subido, bribón? ¡Ah! ¡caramba! capitán... es que está muerta... ¡Muerta! ¡muerta! dijo Kernok palideciendo; y por la primera vez su rostro expresó el dolor y la angustia.

Pasando de un ventanal a otro para ver mejor la llegada de las olas, Ojeda se encontró al lado de Mina. La rubia cabeza de Karl, que se agitaba con sonoras risas a cada golpe de mar, le hizo fijarse en la mujer que estaba detrás sosteniéndolo entre sus brazos. Como si le avisase el magnetismo de una mirada fija en sus espaldas, la madre volvió la cabeza, palideciendo al reconocer a Fernando.

Entonces el horizonte se alarga bajo la bruma rojiza, el cielo azul del crepúsculo va palideciendo y sus colores de rosa se tornan grises; los promontorios lejanos, dorados por el último resplandor del sol, desaparecen en la niebla, y Frayburu se yergue en la soledad de su desolación más misterioso y más sombrío, en su continuo reto lanzado al cielo obscuro y al mar hipócrita que intenta conquistarlo.

Tenlo por cierto, y alguno de los coches que se sienten por ahí, créete que es el suyo. No seas tonta... no digas burradas replicó la otra palideciendo . No puede ser... Porque mira , él cayó con la pulmonía en Febrero... Bien enterada estás. Lo por Feliciana, a quien se lo contó, días atrás, un señor que es amigo de Villalonga.

¿Y qué vamos a hacer? preguntó Catalina palideciendo intensamente. Vamos a reducir la ración de cada uno a la mitad. Si, en quince días, Marcos no vuelve y no nos queda nada..., entonces veremos. Dicho lo cual, Hullin, Catalina y los contrabandistas, muy cabizbajos, tomaron el camino de la brecha.

El cielo límpido tenía el color violeta del crepúsculo. A ras del agua aparecían esparcidas algunas nubes blancas de caprichosos perfiles. El sol se había hundido tras de ellas, coloreando el horizonte de un rojo cegador que poco a poco iba palideciendo. Sobre este fondo de oro se recortaban las nubes tomando el contorno de formas humanas. Mina se extasiaba en su contemplación.

Se representaba a la orgullosa señorita de García rompiendo el sobre, leyendo, palideciendo, llorando... ¡Que pene! decíase a propia la oradora . ¡Que sufra como yo!... ¿Y qué tiene que ver?

Su cara se sublimaba por la fe. ¿Qué destello divino era el que de sus ojos emanaba? No puede darse idea del timbre de su voz al decir: «¿Para qué leyes? Soy mi propio testigo, y mi cara proclama un derecho. Soy el retrato vivo de mi madre». La marquesa la miró otra vez palideciendo. ¿Cruzó por la mente de la noble señora un rayo de duda?... ¿Vaciló su firme creencia? ¡Quién puede saberlo!

La música de los campanarios caía sobre la ciudad en frescas oleadas y se difundía por el valle, a manera de río desbordado que quisiera escaparse por los barrancos. Allí se detenía un instante, y luego como que se levantaba ansiosa de volver a las alturas, para remontarse a los cielos en pos de los astros que iban palideciendo y borrándose en la ténue claridad del crepúsculo.

Palabra del Dia

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