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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Casi todos los Valcárcel eran buenos mozos, aunque no tanto como el abuelo heroico, esbeltos; pero de palabra tarda, ceño adusto, voz ronca, trato oscuro y orgullosos sin disimulo; distinguíanse también por su apego exagerado a la capa, cuyo uso era excusado la mayor parte del año en los poblachones bajos, templados y húmedos, donde solían buscar novias.

Pero como no todos los lectores se hallan en igual caso, diré, sólo para los que no conozcan esta comarca, que al acercarse á ella después de atravesar las planicies de Castilla ó de la Mancha, enfrente de tanta belleza se siente ... no tener cerca de uno á todos los moradores de las grandes capitales del mundo civilizado, orgullosos con sus prodigios de arte, para decirles: «Mirad esa naturaleza, y pasmaos, porque junto á ella, todo es pequeño y raquítico.

Grandes tiendas llenas de riquezas, restoranes célebres, mujeres, champañ, dinero... Y los hombres, orgullosos de que sus conductores se dignasen hablar con ellos, olvidaban la fatiga y el hambre, reanimandóse como las muchedumbres de la Cruzada ante la imagen de Jerusalén. «¡Nach ParísEl alegre grito circulaba de la cabeza á la cola de las columnas en marcha, «¡A París! ¡A París!...»

¿Ha conservado usted al menos la clientela del Sol de Oro? ¡Ah! no... Hace ya mucho tiempo que el Sol de Oro no luce para ... Se han hecho demasiado orgullosos... Además, es necesario saber que mi rostro disgustaba a la señora Miguelina: recordábale cosas que ella desea tener olvidadas.

La escena pasa en el gabinete de don Juan. Las paredes están cubiertas de pinturas, fotografías y grabados que representan retratos de beldades célebres más o menos vestidas, y episodios de amor, donde se ven reproducidas todas las fases de la pasión: mitos sagrados, tradiciones históricas y engendros literarios. Psiquis se quema las alas en la antorcha del divino Eros; la fiel Penélope desteje su labor; el necio Candaules muestra a Gyjes la hermosa desnudez de su esposa Nyssia; Florinda y don Rodrigo, enlazados bajo un naranjo, dan pretexto a la venida del moro; Carlos I y Bárbara de Blomberg se abrazan enamorados y orgullosos, presintiendo que ha de nacer quien venza en Lepanto; la desvergonzada Lozana se deja tentar por un canónigo a quien pide dineros; Felipe II se exalta mirando el ojo sano de la

Muchos de su familia, y hasta él mismo, así como otros de la antigua nobleza mallorquína, tenían algo de judaico en el rostro. La pureza de las razas era una ilusión. La vida de los pueblos residía en el movimiento, gran engendrador de mezclas y confusiones... Pero ¡ay, los orgullosos escrúpulos de familia! ¡La separación creada por las costumbres!...

Eran soldados que llevaban libros en la mochila y después del fusilamiento de un lote de campesinos ó del saqueo de una aldea se dedicaban á leer poetas y filósofos al resplandor de los incendios. Hinchados de ciencia, con la hinchazón del sapo, orgullosos de su intelectualidad pedantesca y suficiente, habían heredado la dialéctica pesada y tortuosa de los antiguos teólogos.

Es extraño que el poeta no hubiese preferido el verso octosílabo, tan propio del diálogo, y que imitase á los poetas eruditos de su época, orgullosos con la facilidad con que sabían manejar versificación más complicada y difícil. La aprobación, que encontraron los primeros ensayos de Encina, lo alentó á escribir pequeños dramas semejantes para otras festividades religiosas.

La mirada de Robledo era ahora de conmiseración. ¡Pobre «bella Elena»! Había pasado por la vida como pasan sobre los mares australes los grandes albatros, orgullosos de su blancura y de la fuerza de sus alas, abatiéndose con una voracidad implacable sobre las presas que descubren á través de las olas, creyendo que todo cuanto existe ha sido creado únicamente para que ellos lo devoren.

¡Abandonarlo todo por ella! ¡Correr la tierra, libres y orgullosos de su amor!... Y en ese mundo encontraría a muchos de sus antecesores contemplándole con mirada curiosa e irónica; sobrevivientes de las pasadas aventuras que, en su presencia, la desnudarían con la mirada, adivinando de antemano las frases entrecortadas que ella había de decir por la noche, los extravíos de su pasión nunca satisfecha.

Palabra del Dia

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