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Actualizado: 7 de agosto de 2024


Todo lo devoró Jacobo línea a línea, letra a letra, pasando por todas las emociones de la sorpresa: el pasmo, el rencor, la esperanza, el recelo; hundiéndose ambas manos en su crespa cabellera y apretándose el cráneo como para impedir que su atención se distrajese; oprimiendo algunos de aquellos papeles entre sus dedos temblorosos, como si quisiera indicar que eran suyos, que a él solo pertenecían, y nadie en el mundo se los había de arrebatar; a veces, deteníase un instante, cerraba los ojos y respiraba con fuerza, como si le faltase el aliento...

Se veía a los marineros acostados entre los platos y los restos del festín de la noche, y todo en el desorden más completo; las brújulas derribadas, las jarcias y las cuerdas confusamente mezcladas, armas y vasos hechos añicos, toneles desfondados dejando correr sobre el puente ríos de vino y de aguardiente... Aquí, bravos camaradas dormidos, en las posiciones más extravagantes, y oprimiendo aún una botella de la que no quedaba más que el cuello, parecidos a esos fieros guerreros musulmanes, que, ya muertos, aun conservaban el puño de la daga.

Así sucedió, en efecto; el cansancio paralizaba ya el brazo de Roger, su adversario comprendió que había llegado el momento de dar un golpe decisivo y oprimiendo con fuerza el puño de su acero, saltó hacia atrás para ganar el espacio que necesitaba.... Aquel movimiento salvó á Roger; su adversario había retrocedido sin cesar desde la renovación del combate y llegado sin saberlo á la misma orilla.

Había en la plaza unas 500 negras, casi todas jóvenes, vestidas con trajes de percal de los colores más chillones, rojos, rosados, blancos. Todas escotadas y con los robustos brazos al aire; los talles fijados debajo del áxila y oprimiendo el saliente pecho, recordaban el aspecto de las merveilleuses del Directorio.

Y la vieja, con la inquietud del miedo, temiendo que le arrebatasen aquellas riquezas, a las que amaba como su propia vida, desapareció en el túnel oprimiendo entre sus brazos el blanco envoltorio. Se había despedido de Isidro apresuradamente. ¡Que le trajese el biznieto apenas naciera! Se contentaba con verlo una vez, y luego morir, dejándole sus riquezas.

Sobre sus ojos ves brillar la sorpresa y el terror; pero ella advierte que tus manos tiemblan oprimiendo las suyas, que también te altera la emoción del terror, que tus ojos se llenan de lágrimas. Nada conmueve el dulce silencio de la casa. Has querido hablar y un sollozo te ha cortado la palabra.

»Después, oprimiendo mi brazo, que apoyaba en el suyo, y dirigiendo su vista al golfo de Nápoles, en aquel mar cuyas olas espumosas iban a extinguirse a nuestros pies, bajo aquel sol encantador que se ostentaba radiante: »¡Aquí exclamaba, en estas mismas playas de Sorrento, donde el Tasso vio la luz del día, donde él amó y donde sufrió!...

Quiéralo Dios dijo suspirando la Dorotea, y oprimiendo dulcemente las manos de Juan Montiño. Pues mirad repuso el joven , yo pensaba en otra cosa. ¿En qué? En que antes de salir de vuestra casa... De nuestra casa, caballero... Bien; pensaba en que antes de salir de casa nos hablamos de .

Una porción de bromitas que el banquero no parecía escuchar, atento a contar los billetes. Contó siete de quinientas pesetas y se los entregó, oprimiendo al mismo tiempo el timbre para que un dependiente extendiese el recibo. Fayolle también los contó y dijo: Se ha equivocado, señor duque. El presio del caballo era cuatro mil pesetas. Aquí no hay más que tres mil quinientas.

No, mi niño no es un fenómeno; mi niño no es el Anticristo dijo Isidora oprimiendo contra su garganta aquella cabeza, mayor de lo conveniente, pero muy hermosa. Te digo que este chico ha venido al mundo para alguna tremolina. ¿Ves esa cabeza? ¡Pues dentro debe de traer una cosa...! Hija, tu pimpollo es cosa mala. No diga usted disparates.

Palabra del Dia

beerotita

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