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Actualizado: 7 de julio de 2025
La atroz convicción de que la puerta de la casa de sanidad iba a cerrarse sobre su hija querida, le oprimía el corazón y hacía correr por todo su cuerpo un frío glacial. Después de haber permanecido un rato inmóvil y como inerte, una inspiración brusca y misteriosa la hizo erguirse vivamente con un rayo de alegría en los ojos.
Cuando llegó junto al ciego, que en lugar próximo le esperaba, la pena inmensa que oprimía el corazón de la pobre anciana reventó en un llorar ardiente, angustioso, y golpeándose la frente con el puño cerrado, exclamó: «¡Ingrata, ingrata, ingrata! No yorar ti, amri le dijo el ciego cariñoso, con habla sollozante . Señora tuya mala ser, tú ángela.
Un cigarro, en todas partes del mundo es un gran introductor; el que oprimía entre sus labios Ninay, hizo tan perfectamente la presentación, que no se interrumpió entre nosotros la conversación hasta que llegamos á los bantayanes de Atimonan.
Y llorando dulcemente, oprimía entre sus manos la cabeza del joven, apretaba su boca contra la suya, echándose después atrás, con los ojos extraviados, enloquecida por el contacto de los labios. Estrechamente abrazados habían caído sobre el banco. El jardín rumoroso les servía de cámara nupcial: la luna les dejaba en la discreta sombra. ¡Por fin! murmuró ella lograste tu deseo.
El más enredador de todos ellos, el viborezno D. Eugenio Aviraneta ha desaparecido misteriosamente, cuando más enfrascado parecía en sus intrigas. Y ahora dicen que está con los carlistas. Gracián levantó un pisa-papeles que en la mesa de su escritorio oprimía varias cartas.
Dejose caer en un sillón y se inclinó de un lado con muestras de intensísimo dolor. Acudió a él su amante esposa, muy asustada de verle así y de oír los ayes lastimeros que de sus labios se escapaban, junto con una expresión fea que se perdona fácilmente a los hombres que padecen. «¿Qué tienes, nenito?». El Delfín se oprimía con la mano el costado izquierdo.
Varias veces estuvo á punto de interrumpir al Omnipotente pronunciando una palabra, una sola, pero calló en el último instante. ¿Cómo iba á detener la ola de bienaventuranzas celestiales que se desplomaba sobre sus cuatro hijos?... Pero el remordimiento oprimía su corazón maternal.
Ni siquiera advirtió la salida de Pomerantzev, y solo en su aposento, iba y venía con paso nervioso, se oprimía con desesperación la cabeza entre las manos, hablaba efusivamente y lloraba. Luego comenzó a amenazar con los puños cerrados a sus enemigos invisibles y a llorar aún más amargamente, con mayor desconsuelo.
Don Víctor oprimía entre las suyas las manos de aquella esposa que le envidiaba un pueblo entero. Un ¡adiós! llenó los ámbitos de la Plaza Nueva: era un adiós triste de verdad, era la despedida de la maravilla del pueblo; Vetusta en masa veía marchar a la nueva Presidenta de Sala como pudiera haber visto que le llevaban la torre de la catedral, otra maravilla.
El momento es grave, ¡grave!... vea usted a ese cristiano que se retuerce y pierde su sangre. A la risa espantosa del gitano se unió el ruido del mar, que ascendía, y empequeñecía cada vez más el espacio donde se oprimía aquel puñado de hombres. Los contrabandistas se persignaron temblando. Uno de ellos tomó su escopeta y la dirigió contra el gitano.
Palabra del Dia
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