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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Confiado en sus fuerzas extraordinarias, quiso hacerte frente; pero lograste pronto volcarle y fué pisoteado. El valeroso Ramiro de Tolivia midió varias veces las espaldas con su garrote á Juan de Pando, afamado en todo el valle, no sólo por su valor, sino por la habilidad en el baile.
Tú mismo, que acabas de afirmar que el egoísmo es la esencia del mundo, no hace mucho tiempo que viendo salir de un portal a una pobre mujer con los vestidos ardiendo, envuelta por las llamas, te quitaste el abrigo, te arrojaste sobre ella, la envolviste y, quemándote las manos, con peligro de tu vida, lograste salvarla de una muerte horrorosa... Lo que hay es que el amor no levanta tanto estrépito como el egoísmo.
Chico: repetían ¡lograste lo que deseabas! Estás en la arena y junto al rio.... ¡Buen partido! Te cayó el premio... te casarás.... ¿Cuándo es la boda? ¿Cuándo nos das el gran día? Me indignaban aquellas burlas; pero rechazarlas enérgicamente habría sido una tontería. Hice risa de mi cólera; me burlé de mí, repitiendo los dichos del boticario, y así logré que se calmara la tempestad.
No negaré yo que tú has leído en mi alma como en un libro abierto y sabes cuanto en ella hay. No admiro, sin embargo, tu penetración. Antes de que años ha te fueses a Roma, ganaste mi confianza y lograste que te descubriera yo entonces parte de las pasiones que me agitaban. No lo has olvidado.
Los éxitos universitarios comenzaron a halagar desde niño tu amor propio, siguieron después los del Ateneo, escribiste un libro y lograste llamar sobre ti la atención pública; presentas un drama en el teatro y te lo aceptan. Me lo aceptan... pero no lo representan... Mire usted, don Germán, como todo el mundo, usted juzga por las apariencias.
la virtud de cien pueblos diferentes, para avanzar, seguros y valientes, por la ancha vía del progreso humano... No lamentes, España, tu caída, si te hirió con su hachazo el elemento; también lograste que impregnase el viento la rica esencia que exhaló tu herida.
Y llorando dulcemente, oprimía entre sus manos la cabeza del joven, apretaba su boca contra la suya, echándose después atrás, con los ojos extraviados, enloquecida por el contacto de los labios. Estrechamente abrazados habían caído sobre el banco. El jardín rumoroso les servía de cámara nupcial: la luna les dejaba en la discreta sombra. ¡Por fin! murmuró ella lograste tu deseo.
Palabra del Dia
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