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Actualizado: 17 de junio de 2025


La tempestad me ha hecho reconocer á Dios cabalgando en la nube que lanza el rayo, en la ola que se encrespa y sube al cielo, en el huracan que troncha los árboles del bosque, en el témpano que rueda hácia el abismo arrastrando consigo cuanto encuentra al paso. Hasta la soledad, el páramo, el desierto me impresionan vivamente: la naturaleza es alli menos bella pero mas sublime.

El mar seguía cada vez más furioso; las nubes corrían por el horizonte de una manera tan rápida que producían el vértigo. En esto, una ola de aquellas cilíndricas, como hueca, se nos echó encima, vino en diagonal tan rápida, tan súbita, que no hubo tiempo de ponerle la proa.

Un fuego esparcido por la naturaleza lo consume y lo renueva sin cesar. «Todo corre, todo marcha, nada se detiene dice Heráclito. No se baja dos veces por el mismo ríoEn vano es que nuestras débiles manos quieran detener la rueda de la vida. Pasaron los griegos, pasaron los romanos y pasaremos nosotros... Hace ya tiempo que siento el ruido de la ola que nos ha de arrebatar.

Con estos reveses el destino se dió por satisfecho, la ola amarga había pasado, y el joven luchador, ya bien templado el ánimo por la desgracia, iba á caminar, sin tropiezos, hacia la victoria.

Suponed, don Juan, un pobre náufrago que flota sobre una débil barca, sobre un mar siempre irritado, que ve al fin, cuando ya ha perdido la esperanza, una ribera fresca, hermosa, odorífera, que le llama, que le convida; suponed que el náufrago ha tocado á esa ribera, que se ha creído salvado, y que una nueva ola le ha arrastrado de nuevo, le ha apartado de aquella ribera amada, hasta que la ha perdido de vista.

Se siente ese silencio del mar lleno del gemido agudo del viento, del grito áspero de las gaviotas, de la voz colérica de la ola, que va en aumento hasta que revienta en la playa y se retira con el rumor de una multitud que protesta.

Ganada por su parte y sin darse cuenta de ello por la llama penetrante de aquel amor que se estaba incubando hacía mucho tiempo en el fondo de su ser, la tranquila, la prudente y severa Julieta, aturdida y fascinada por una especie de vértigo, se abandonaba inconscientemente a la ola de sensaciones nuevas, tumultuosas y confusas que turbaban vagamente su alma virginal.

Todos al hablar lo hacían en voz baja, como en una iglesia. De vez en cuando, este susurro se cortaba con un largo rechinamiento, con un ruido igual al de los guijarros de una costa arrastrados por la ola.

Y qué ¿de esta inquietud jamás postrada, de esta lucha sin tregua que en siento, de este loco y altivo pensamiento, ¿no habrá de quedar nada? ¡Nada!... ¿Nada... La pobre flor en el pensil tronchada, deja sus hojas y su aroma al viento; la ola al besar la playa, su lamento deja, y la linda concha nacarada.

Allá los templos abiertos y las tumbas sin losa bostezan al nivel de las aguas luminosas; pero ni las riquezas que se muestran en los ojos adiamantados de cada ídolo, ni los cadáveres con sus rientes adornos de joyas, quitan a las aguas de su lecho; ninguna ondulación arruga, ¡ay de ! todo ese vasto desierto de cristal; ninguna ola indica que los vientos puedan existir sobre otros mares lejanos y más felices; ninguna ola, ninguna ola deja suponer que han existido vientos sobre mares menos horrorosamente serenos.

Palabra del Dia

rigoleto

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