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Las parejas se entrelazan, las parejas sudorosas se entrelazan en la fiesta, como ramas de mil árboles que se funden y se abrazan; y a los sones de la orquesta, que acaricia con sus flautas, sus oboes y violines, los sedeños zapatitos y los nítidos botines van trazando nuevas vueltas y espirales, nuevas curvas ideales a la luz de los voltaicos semejantes a jazmines, a jazmines de florestas siderales, de corolas luminosas, de pistilos colosales, mientras sobre el lomo ingente del gran Pasig verdinegro, las pagodas todas, todas, las hieráticas pagodas, se fastidian y bostezan, envidiosas del alegro, las fantásticas pagodas. .................................................. Ya amanece.

Allá los templos abiertos y las tumbas sin losa bostezan al nivel de las aguas luminosas; pero ni las riquezas que se muestran en los ojos adiamantados de cada ídolo, ni los cadáveres con sus rientes adornos de joyas, quitan a las aguas de su lecho; ninguna ondulación arruga, ¡ay de ! todo ese vasto desierto de cristal; ninguna ola indica que los vientos puedan existir sobre otros mares lejanos y más felices; ninguna ola, ninguna ola deja suponer que han existido vientos sobre mares menos horrorosamente serenos.

Forman un compacto grupo dispuestos a la pelea: bostezan los arcabuces mostrando sus bocas negras; que ansían vomitar muerte y les aburre la huelga: suena el clarín sacudiendo de su mudez la vergüenza, y a su son acude el dia, precedido de la incierta luz del alba, como nuncio de su próxima presencia.

Los jóvenes de todas las clases siguen siempre su ejemplo. Bostezan si él bosteza, ríen si él ríe. En ocasiones no se le puede sufrir, porque lleva á sus labios un pito, que nunca abandona, y en seguida se oyen á centenares en el teatro, moviendo tal alboroto, que ensordece á los espectadores.

No se confundan, pues, nunca las especies, y téngase siempre á la vista que estarán siendo simultáneo objeto de nuestras observaciones las ricas de las aldeas y las pobres de las ciudades; las mendigas de la capital y las petimetras de los cortijos; las elegantes huríes que bostezan en coche por la Carrera del Genil y las hechiceras cursis que cimbrean su primoroso talle, vestido de limpia indiana, en un balconcillo de madera festoneado de flores; las terribles alcaldesas de monterilla, más tiesas que D. Rodrigo en la horca, y las interesantísimas hijas bien criadas de padres del antiguo régimen, moradoras de ciudades que, aun siendo de cuarto orden, presumen de más históricas que Alejandría y Atenas.....

En la calle no se encuentra sino al pobre vendedor de legumbres, sucio y harapiento; los barberos afilan filosóficamente sus navajas, detras de sus celosías bajas; los aguateros asturianos empiezan su tarea, arriando sus diminutos pollinos cargados de pequeños toneles de agua; los mozos de café, trasnochados por sus innumerables é inamovibles parroquianos, bostezan, se estiran voluptuosamente, y hacen traquear sus coyunturas como matracas.