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Actualizado: 2 de julio de 2025


Ya oigo la eterna cantinela del prejuicio que grita a mi oído: «Es la hija ilegítima de Santiago Evrard. ¡Gastón, ésa es tu amante, es la hija ilegítima de Santiago Evrard y ése es, Adela mía, el más precioso de tus títulos.

No oigo misa repuso entre grave y chancero . A menos que usted manifestase formal empeño... en cuyo caso.... ¡No oír misa! pronunció la niña, y veló sus pupilas el asombro, y turbose toda . ¿Y por qué no oye usted misa? ¿No es usted cristiano? Supongamos que no lo fuese balbució él muy quedo, como reo que confiesa su crimen ante el juez, y meneando melancólicamente la cabeza.

16 Con todo eso, si alguno parece ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni la Iglesia de Dios. 18 Porque lo primero, cuando os juntáis en la Iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo. 21 Porque cada uno toma antes para comer su propia cena; y el uno tiene hambre, y el otro está embriagado.

Rezo cuando estoy triste, oigo misa los domingos, tengo mucho miedo al diablo, pero me gusta bastante el mundo y voy siendo algo impía, pues algunas veces me digo que no es tan pésimo como lo pintan los predicadores.... Además, ¿quién cuidaría de mi pobre Micaela, sola y casi ciega? Sería cometer un horrible pecado de ingratitud por salvar mi alma.

A las once y media de aquella noche montamos Sarto y yo nuestros caballos. A Tarlein le volvimos a dejar de guardia, sin revelarle nuestros propósitos. La noche era obscurísima. Yo no llevaba espada, pero el revólver, un largo puñal y una linterna sorda. Llegamos a la puertecilla, desmontamos, y Sarto me tendió la mano. Esperaré aquí dijo. Si oigo un disparo, me...

¡Qué vacío ni qué calabaza! exclamó mi viejo amigo, verdaderamente sulfurado, y con unos ademanes que no me dejaban duda de que había cometido una torpeza en tocarle este resorte, precisamente cuando necesitaba é iba yo á saber grandes cosas de la tertulia de Su Ilustrísima. Lástima continuó me causan ustedes cuando les oigo hablar de esa manera.

Esta, por todo el camino, Jornada, aunque breve, larga, Iban alternando a veces Entre la lengua y el alma, Cuando de unos robles verdes, Entre pálidas retamas, Oigo relinchos y voces, Y alzo la lanza y la adarga; Pero al punto estoy en medio De cinco lanzas cristianas; Mas sin soberbia te digo Que eran pocas otras tantas; Y quizá porque eran pocas, Trajo luego mi desgracia Otras tantas de refresco, Y una, la mejor de España.

Las musas me llaman, la fábula griega me distrae, los bosques de la isla de Calipso me hablan de amor; veo flores, mujeres, altares profanos; huelo perfumes embriagadores; diviso florestas, cuyas sombras parecen ocultar misterios lascivos; oigo á lo léjos un ruido que me intranquiliza, que me seduce; pero que me seduce como nos seduce una maga ó una circe.

Ocupado en despachar unos papeles que me corrian prisa, no me habia acostado todavía, cuando aquí que á eso de las doce oigo un estrépito tal que me creí que la casa se nos venia encima. Lo que es gato no podia ser, porque era imposible que hiciese tal estrépito; y ademas esta mañana nada se ha encontrado, ni dislocado, ni roto.

Extendíase allí un lagunato, cuyas orillas estaban cubiertas de mulghe, césped fortísimo que suele alcanzar hasta quince pies de altura, y de marras, o madres de las lianas, como también se las llama por su desmesurado tamaño. No sigas, Cornelio dijo el Capitán . Entre estas plantas pueden esconderse salvajes. Pero harían algún ruido, y yo no oigo nada, tío.

Palabra del Dia

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