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Actualizado: 20 de junio de 2025
Magnífico ejemplar de una raza apta para la vida guerrera y montés de las épocas feudales, se consumía miserablemente en el vil ocio de los pueblos, donde el que nada produce, nada enseña, ni nada aprende, de nada sirve y nada hace. ¡Oh dolor! Aquel castizo Pardo de la Lage, naciendo en el siglo XV, hubiera dado en qué entender a los arqueólogos e historiadores del XIX.
Porque el ocio, esa gran pesadumbre de los grandes, que en vez de lágrimas tiene bostezos, había despertado en el ilustre prócer y guerrero invicto la afición a la fotografía, no encontrando en él la aptitud necesaria para el cultivo de otras artes más elevadas.
La habitación estaba adornada con tallas antiguas y cuadros modernos; un célebre banquero de la Calzada de Antin, que manejaba el pincel en sus ratos de ocio, había ofrecido a la señora Chermidy cuatro grandes panneaux representando escenas de naturaleza muerta; el techo era una copia del Banquete de los dioses; la alfombra había venido de Esmirna y los floreros de Macao.
¡Qué par de bebés, eh! exclamó Pepa en voz alta dirigiéndose a Mariana . ¿No es vergüenza que esos mocosos estén casados? ¡Cuánto mejor sería que estuviesen jugando al trompo! Los chicos sonrieron mirándose con amor. Ya jugarán ... en los momentos de ocio manifestó Cobo Ramírez con retintín. ¡Hombre, ca! exclamó Pepa, volviéndose furiosa hacia él . ¿Le han dado a usted cuenta ellos de sus juegos?
Así el imperio que sobre él había adquirido se hizo más firme y más completo. No se vaya a creer que presentamos aquí a Rafaela como un pozo de sabiduría. Su educación había sido descuidadísima, o mejor dicho, Rafaela no había recibido ninguna educación; pero naturalmente era muy lista. En sus ratos de ocio, había aprendido a leer y a escribir, aunque escribía sin reglas y apenas leía de corrido.
A lo que más se asemejaba era a las figuras de grandes damas que adornaban algunas novelas de las que él solía leer en sus ratos de ocio. Doña Frasquita fue en sus buenos tiempos una real moza; varias criadas que logró conquistar le dejaron recuerdos de índole picaresca; pero jamás soñó, en sus largos monólogos de estanquero aburrido, tener tan cerca de sí una señora como aquélla.
No alcanzan perezosos honrados triunfos ni vitoria alguna, ni pueden ser dichosos los que, no contrastando a la fortuna, entregan, desvalidos, al ocio blando todos los sentidos. Que amor sus glorias venda caras, es gran razón, y es trato justo, pues no hay más rica prenda que la que se quilata por su gusto; y es cosa manifiesta que no es de estima lo que poco cuesta.
Residí en varios conventos, y con gran placer recuerdo los hermosos días de soledad que pasé en el pintoresco Desierto de Tenancingo, en donde sólo me inquietaba la amarga pena de ver que perdía en el ocio una vida inútil, el vigor juvenil que siempre había deseado consagrar a los trabajos de la propaganda evangélica.
Su propio autor los ha olvidado quizá, y con razón, porque son producciones condenadas de antemano a muerte prematura. Pero, si bien se explica que un hombre de ese temple sacrifique las letras por la política, no se comprende cómo sacrifica la vida pública activa por la tranquilidad del ocio diplomático.
Empuñad una lanza vibradora, Abandonad el ócio y la molicie, Arrimad una mano protectora Antes que nuestra patria se desquicie Y arrastre en su caida soberana, La libertad, la gloria americana. ¡Oh patria! oh Buenos Aires! oh sueño de mi vida! Como inmortal recuerdo reinas en mi memoria Recorriendo los dias de dicha promisoria Que en tu seno amoroso, Buenos Aires, pasé.
Palabra del Dia
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