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Actualizado: 26 de noviembre de 2025


María Teresa, que se había repuesto, lo interrumpió para decir, serena y fría: ¡Excúsese usted, querida amiga! pero no presto al señor Martholl; lo guardo por toda la noche, y sin duda, por mayor tiempo aún. Me alegro mucho de que, gracias a su falta de tacto, usted sea una de las primeras en saber una cosa que le causará placer, indudablemente: el señor Martholl y yo somos novios...

Los piadosos sentimientos de los dos novios, junto con la austera educación que les dieron, hizo que su cariño fuese siempre puro y limpio, fundando la inalterable unión de sus corazones, no sobre los efímeros sentimientos de un atractivo puramente humano, sino sobre una fe común y la severa observancia de todas las virtudes que esta fe enseña.

¡Oh, qué dulce nombre! , éramos novios y guardamos silencio, mientras que el cura lloraba de alegría. Aturdían con sus cantos los gorriones y se escapaban las babosas de la prisión en que las había puesto el cura.

Mucho más práctico, según ella, era dejar todo ese lío del casamiento y del viaje de novios para más adelante, ocupándose por el pronto en realizar, con todos los requisitos que aseguraran el éxito, el conjuro del rey Samdai.

Estás fresco... Será que quiere darle uno de esos artículos que escribe y en los cuales cuenta el argumento de los dramas para que nos enteremos. Vaya, hombre, no te apures, que ya le hablarás otra noche. Ahora no puede ser... ¡Qué pesados son estos novios!, ¿verdad?».

Y al oir el grito de ¡vivan los novios! que repetía sin cesar el cortejo nupcial, sus cándidas mejillas se coloreaban, sus labios de coral se dilataban con sonrisa dulce murmurando: «¡Una boda!» y tornaba al lecho y se dormía soñando escenas de felicidad que el cielo bendice.

En amplio canastillo de flexibles entretejidos juncos, de pie y abrazándose se colocaron los novios; y cuantos allí asistían derramaron sobre sus cabezas puñados de arroz que tomaban de otros canastillos menores. Morsamor asió luego el táli, largo cordón de seda y oro en cuyos extremos resplandecían dos esmeraldas.

Desde antes que Luciano fuese a militar en la Perla de las Antillas, desde la infancia casi, o sin casi, Luciano y Esperanza eran novios; estaban dulcemente encadenados por el florido lazo de los más castos y delicados amores. En la novela Nieve y cieno, cuyo autor es el Sr.

Insensiblemente Pedro empezó á tratar á su señora como á una compañera, hasta reirse algunas veces de sus preguntas inocentes y disparatadas. La condesa reía también, así que las hacía; pero le daba golpecitos con la sombrilla, llamándole burlón y cazurro. Si la despojasen de su ropa y la pusiesen un traje de aldeana, hubieran pasado muy bien por novios ó hermanos.

Notado todo esto por Clara y D. Carlos, daba ocasión á bromas inocentes, pero que turbaban algo al Comendador y que ponían á Lucía colorada como la grana. Los novios hablaban á Lucía con cierto retintín de su excesivo amor á la ciencia.

Palabra del Dia

vengado

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