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Actualizado: 26 de noviembre de 2025


Ese temor tiene muchos años: estaba ya en mi corazón aun antes de que fuéramos novios, y yo sabía bien lo que hacía cuando me negaba entonces a ser su mujer; ¡era el amor, sólo el amor lo que me guiaba! ¡Marta! ¡Marta! exclamé en tono de reproche. Me parece que me has ocultado muchas cosas.

Y en efecto, apenas llegados los novios y sus acompañantes al campo de la iglesia estalló la lucha terrible, sangrienta, como jamás se viera ni pensara verse en aquel pacífico valle. La muchedumbre se arremolinaba, las mujeres exhalaban lamentos desgarradores, se oían tiros, imprecaciones, blasfemias horrendas.

Había tenido innumerables admiradores, algunos novios y casi ningún pretendiente.

Pero la joven dejaba ver un cacho de mejilla, y este cacho de mejilla, por lo suave, por lo terso, por lo sonrosado, interesaba profundamente al auditorio, y muy especialmente al monaguillo que ayudaba a la misa. «Son unos noviosse dijeron los fieles rebosando de curiosidad y penetración. En efecto, eran ellos, la fresca y simpática Carlota y el venturoso Mario.

Es raro que no habiéndole dado ningún aliento haya osado ese chico soltar palabras tan atrevidas. ¿Es que dudas de lo que acabo de decirte? Esas dudas cuando éramos novios tenían poco valor, no engendraban más que riñas pasajeras que según me aseguraban eran la salsa de las relaciones amorosas, aunque yo jamás quise creerlo.

Los señores de Corneta, que así se llamaba el presidente de la Liga, respondieron con una muy amable esquela aceptando y enviando al propio tiempo una precisa licorera, que enriqueció la serie de regalos que los novios recibieron en aquellos días. D.ª Carolina los había colocado todos en un gabinete de la casa en medio de una bonita decoración de percalina para que hiciesen más impresión.

Ana era de la clase; la honraba con su hermosura, como un caballo de sangre y de piel de seda honra la caballeriza y hasta la casa de un potentado. Las señoritas nobles no envidiaban mucho a Anita, porque era pobre. Para ellas la hermosura era cosa secundaria; daban más valor a la dote y a los vestidos, y creían que las proporciones los novios aceptables harían lo mismo. Sabían a qué atenerse.

Los novios habían resuelto ir en coche para evitarse la curiosidad de la gente en la estación: además, la hora de los trenes no les pareció conveniente. Las seis mulas de tostado lomo corrían arrastrando a la pareja feliz hacia su nido. Los gritos de júbilo de los invitados y la rapidez de la marcha los embriagó por unos instantes: permanecían mudos sin saber qué decirse.

Únicamente yendo al frente de la guerra, su calidad de alumno de la Escuela Central podía, hacer de él un subteniente agregado á la artillería de reserva. ¡Qué felicidad que te quedes en París! ¡Cuánto me gusta que seas simple soldado!... Y al mismo tiempo que Chichí decía esto, pensaba con envidia en sus amigas cuyos novios y hermanos eran oficiales.

Cálculos de familia, al decir de los bien enterados, desde que los novios eran así de tamañicos. Por lo visto, no tenían prisa para realizar el proyecto; y entre tanto, iban juntos a muchas partes, pero se trataban muy poco, por exceso de confianza entre ambos; así es que, más que novios en vísperas de casarse, parecían un matrimonio desavenido.

Palabra del Dia

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