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Actualizado: 16 de julio de 2025


Esto era de búho, lo otro de mochuelo, lo de más allá de cuervo, y hablaba con respeto de cierto nido de águilas que su padre había visto de joven en aquel sitio: feroces animales que pretendían picarle los ojos, y obligaban al buen campanero a pedir la escopeta al guardia nocturno cada vez que había de visitar las bóvedas.

Las cartas que le escribía iban siempre firmadas con nombre de varón, Alfredo, como si fuesen de un amigo a otro; mas no por eso dejaban de venir salpicadas con toda clase de frases apasionadas: «Te adora con todo su corazón... Alfredo.» «Querido de mi alma, los minutos lejos de ti se convierten en siglos...» «Ayer contemplando la luna desde el balcón de mi cuarto me asaltó el recuerdo del paseo nocturno que hemos dado hace algunos días y sentí resbalar las lágrimas por mi rostro...» «Te manda un tierno abrazo apasionado tu AlfredoSi las tales cartas se extraviasen darían mucho que pensar y reír al curioso que con ellas topara.

De noche se cierran todas las aberturas para que no penetre en la habitación el frío exterior. Abuelos, padres é hijos duermen todos en una especie de armario con tablas cuyas cortinas se cierran de día, y en el cual, durante el sueño nocturno, se acumula un aire denso y mucho más impuro que el del resto de la cabaña.

Esto depende de que el círculo máximo del ecuador se encuentra siempre dividido en dos partes iguales por el círculo que separa el hemisferio iluminado del oscuro; el arco diurno y el nocturno tienen la misma amplitud, sea cual fuere la altura meridiana del Sol.

Más de una vez se rasgaba el silencio nocturno de la sierra con los alaridos de dolor que arrancaban los bárbaros culatazos dados al azar, en la oscuridad, lejos de toda vivienda, lejos de toda ley, en una soledad salvaje... Pero estos peligros eran los que menos intimidaban a los dos compadres.

Se despidieron del vigilante nocturno y dejaron la plaza. Después, dando un rodeo, salieron al paseo de Los Llanos. Una campana de un convento comenzó a tocar. Juego, campanas, carlismo y jota. ¡Qué español es esto, mi querido Martín! dijo el extranjero. Pues yo también soy español y todo eso me es muy antipático contestó Martín.

En el acto tercero, Lisardo y Don Félix han regresado á su domicilio; el desafío nocturno fué interrumpido por la llegada de algunas personas, deliberando ambos, entonces, cuál ha de ser su conducta en el estado en que se encuentran las cosas.

¡Pero lo hay en la música! No lo niego; pero, ¿dónde está para nosotros cuando escuchamos una ópera nueva?... ¿un himno nacional que no sea el nuestro?... ¿un trozo cualquiera que no hayamos oído nunca, y que no tenga reminiscencias de algo conocido?... En cambio si dentro de veinte años oyeras tocar el 5.º nocturno, se te representaría la escena de la otra noche.

La multitud, con esa impresionabilidad fácil de los pueblos meridionales, contemplaba absorta el paso de los encapuchados, a los que llamaba «nazarenos», máscaras misteriosas que eran tal vez grandes señores, llevados por la devoción tradicional a figurar en este desfile nocturno que acababa luego de salido el sol. Era una cofradía de silencio.

El paseante nocturno no encontraba una silla en toda la ciudad; pero á pesar de esto, la muchedumbre seguía en los bulevares hasta la madrugada, esperando sin saber qué, yendo de un extremo á otro en busca de noticias, disputándose los bancos, que en tiempo ordinario están vacíos. Varias corrientes humanas venían á perderse en la masa estacionada entre la Magdalena y la plaza de la República.

Palabra del Dia

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