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Actualizado: 9 de junio de 2025


Ese extranjero que se establece en este país, no viene a sacar de él el dinero, como usted supone; necesariamente se establece y se arraiga en él, y a la vuelta de media docena de años, ni es extranjero ya, ni puede serlo; sus más caros intereses y su familia le ligan al nuevo país que ha adoptado; toma cariño al suelo donde ha hecho su fortuna, al pueblo donde ha escogido una compañera: sus hijos son españoles, y sus nietos lo serán; en vez de extraer el dinero, ha venido a dejar un capital suyo que traía, invirtiéndole y haciéndole producir; ha dejado otro capital de talento, que vale por lo menos tanto como el de dinero; ha dado de comer a los pocos o muchos naturales de quien ha tenido necesariamente que valerse; ha hecho una mejora, y hasta ha contribuido al aumento de la población con su nueva familia.

Nietos de corsarios y de soldados, al vestir la sotana guardaban la arrogancia y la ruda virilidad de sus ascendientes. No eran impíos, pues su simpleza de pensamiento no les permitía este lujo, pero tampoco eran devotos ni austeros: amaban la vida con todas sus dulzuras y sentían la atracción de los peligros con atávico entusiasmo. La isla era una fábrica de sacerdotes animosos y aventureros.

Si esta guerra estallara viviendo alguno de mis hijos ó de mis nietos, deseo que donen al Estado una corbeta armada y equipada, con la condición de que se llame La Savage y la mande un bretón. A cada andanada que descargue sobre la costa de Inglaterra, mis huesos se estremecerán de contento en su tumba. Ricardo Savage, conocido por Laroque

Tenía otros nietos, los hijos de Encarnación, que por encargo del talabartero pasaban el día en casa de la abuela, procurando dar gusto en todo a su señor tío. Pero ella, que deseaba compensar los desvíos del pasado con su cariño fervoroso a Juan, quería un hijo de éste, para educarlo a su modo, dándole todo el amor que no había podido dar al padre en su infancia de miseria.

Hijos del sofisma y nietos de la mentira, se consideraban capaces de probar los mayores absurdos con las cabriolas mentales á que les tenía acostumbrados su acrobatismo intelectual.

Sentía mucho separarse de sus nietos, pero esta separación no podía ser larga. Cuando Celinda y su marido el gringo volviesen, el niño mayor llegaría á tiempo para que su abuelo le enseñase á montar á caballo como debe hacerlo un criollo fino. Precisamente este nieto hacía mucho rato que estaba junto á Robledo, montando en sus rodillas y dejándose caer en la alfombra.

Los abuelos achicharrados en la hoguera y los nietos marcados y malditos por los siglos de los siglos... El capitán perdía su tono irónico al recordar la historia horripilante de los chuetas de Mallorca. Se coloreaban sus mejillas y brillaban sus ojos con fulgores de odio.

El deseo de agradar implica siempre una forma de generosidad. Pero ¿qué decir de las señoras de edad, casadas, con prole, quizá con nietos, que se pintan? Una dama, entrada en años, luchando con el tiempo en su tocador, constituye el espectáculo más grotesco y risible que pueda darse. Las canas y las arrugas ennoblecen a quien sabe llevarlas. ¡Anular el tiempo con afeites!

Sol de Mayo, que entonces refulgente Suspendido por Dios en el oriente Alumbraste la gran Revolucion, Al fecundar su universal semilla Hoy te doblan humildes la rodilla Los nietos de esa audaz generacion.

En 1873, perdió a su hijo único, Roberto de Longueval; los herederos eran los tres nietos de la Marquesa: Pedro, Elena y Camila. Tuvieron que sacar a remate la propiedad, porque Elena y Camila eran menores. Pedro, joven de veintitrés años de edad, había hecho mil locuras, estaba semiarruinado y no podía pensar en rescatar a Longueval. Eran las doce del día.

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