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Yo no cómo decírtelo, nena murmuró con voz temblona, haciendo largas pausas . Hay que tener valor... apreciar las cosas tales como son. Lo que voy a decirte no es mas que una idea... Si no quieres, no será... Podías entrar en el hospital... No, no te asustes. No en el hospital adonde van todos; en las clínicas, en la Facultad.

Una náusea los repelía de su boca, y de nuevo se sumió en su inmovilidad, en aquel agotamiento que la hacía permanecer como insensible. El joven se apartó de la ventana al oír un suspiro de angustia. ¡No veo... no veo! gimió Feli, llevándose la mano a los ojos. Maltrana corrió hacia ella. ¿Qué te pasa, nena? ¿Qué sientes? -Mi padre... dijo con voz lenta , mi tío Manolo... frío, mucho frío.

Manos adoradas, juguetonas, tiernas, como satinadas manos de muñeca; con la delicada pura transparencia que tienen las suaves hojas de gardenia... Manos adoradas, como dos inquietas diminutas brujas locas y traviesas, que lo mismo rompen todo lo que encuentran, que se unen pidiendo perdón, cuando pecan... ¡Que sean las dulces manos de mi nena, las que cierren mis ojos cuando yo me muera!

¡Feli... nena mía; respira... habla! ¡Dios mío! ¿qué es esto? Y la golpeaba las manos, tiraba de sus brazos, la soplaba en la boca como si quisiera devolver aire a sus pulmones. Duró esto menos de un minuto, pero al joven le pareció interminable; sentía una angustia casi igual a la de la enferma. Volvió ésta a respirar, y su inmovilidad se trocó de pronto en una agitación loca.

Pero te echarías al agua detrás de , ¿no es cierto, mi viejo?... Vendrías a hacerle compañía a tu nena en medio del mar, y nadaríamos juntos hasta que nos buscasen... Y si no nos buscaban, nos ahogaríamos juntos... ¡así!... ¡bien juntitos! Con la excitación del peligro se abrazaba a él fuertemente, tirando hacia afuera, como si en realidad desease caer de la ventana arrastrando a su amante.

Maltrana parecía reflexionar, y acabó por hundir sus manos en los bolsillos del chaleco, juntando dos billetes de veinticinco pesetas y un puñado de monedas de plata. Guarda el dinero, nena. Me conozco: si lo llevo yo, me lo gasto en chucherías antes de que compremos nuestro ajuar.

Luego revolvió a todos lados sus miradas anhelantes, diciendo: «Severiana, o , o cualquiera, ¡si quisierais darme!...». Doña Lupe y la comandanta habían entrado también. «¿Qué tal, Mauricia? Hoy es para ti día feliz. Recibes a Dios, y ves a tu nena. ¡Oh, qué maja está!».

Mira, nena decía el ingeniero subiendo de tono en su apasionamiento. Tu voz, tu divina voz es lo que más me conmueve. Yo creo que te quise siempre; desde que te conocí, siendo aún muy niña. Te amaba sin darme cuenta de ello; pero el día en que claro, en que supe que te quería, fué escuchando una de esas canciones vascongadas, tan dulces, tan tristes, que parece que cantas con el alma.

dijo Marner dócilmente, mirando de muy cerca, a fin de iniciar sus ojos en los misterios. Después, la nena le tomó la cabeza entre sus bracitos y le puso sus pequeños labios contra el rostro, haciéndole caricias. Ya lo veis dijo Dolly con el tacto delicado de una mujer , a vos es a quien quiere más. Quiere que la toméis sobre las rodillas, estoy segura. Vamos, linda, vamos.

Fortunata se acordó otra vez de su amigo y maestro Feijoo. El corazón grande era un mal y había que recortarlo. Reconozco prosiguió el Delfín , que vales mucho más que yo, como corazón; pero mucho más. Soy al lado tuyo muy poca cosa, nena negra. No qué tienes en esos condenados ojos.