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Actualizado: 7 de junio de 2025


Pero vamos a ver, nena: ¿No me guardas rencor por haberte abandonado, dejándote en la miseria, con tus vísperas de chiquillo y en poder de Juárez el Negro? Ningún rencor te guardo: Entonces estaba rabiosa. La rabia y la miseria me llevaron con Juárez el Negro. ¿Creerás lo que te voy a decir? Pues me fui con él por lo mucho que le aborrecía.

Además, mereces que te quiera por bueno y por honrao: porque viviendo como un perdío entre mujeres y matones, siempre de juerga, expuesto a perder la piel con cada onza que ganabas, pensaste en , y para no dar más pesares a tu nena quisiste ser pobre y trabajar. Y yo te premiaré too lo que has hecho, queriéndote mucho, ¡pero mucho!

Gran desconsuelo mostró Celinina al ver que no venían á completar su tesoro las dos únicas joyas que en él faltaban. El padre quiso al punto remediar su falta; mas la nena se había agravado considerablemente durante el día; vino el médico, y como sus palabras no eran tranquilizadoras, nadie pensó en bueyes, mas tampoco en mulas. El 24 resolvió el pobre señor no moverse de la casa.

Dice tu mamá que te estoy mimando mucho. Toma, golosa le dijo él alargándole un pedazo de tortilla en el tenedor. Después de comérselo, la Delfina corrió al comedor. Al poco rato volvió riendo. «Aquí te tengo reservada esta pechuga de calandria. Toma, abre la boquita, nena». La nena cogió el tenedor, y después de comerse la pechuga, volvió a reír. ¡Qué alegre está el tiempo!

¡Ven, alma mía!... voy a preguntarte una cosa... ¡Ven, corazón mío! Tomó la cabeza de Marcelita entre sus manos y mirándola fijamente: Marcelita... vas a decirme... una cosa... ¿El qué papá? Titubeó algunos segundos; en seguida, bruscamente, sonriendo con amarga sonrisa: Quiero que me des otro beso... ahora anda... anda a jugar... nena mía... corre. Y Marcelita se fue corriendo.

¡Siento como que me duele el corazón, oyéndolo hablar así, don Melchor...! ¿por qué dice todo eso? ¡Porque es verdad! Qué ha de ser, ¡señor!... y aunque fuera... que no lo es... siempre hay quienes lo quieren de veras, don Melchor. ¡A ?... ¡Bah!... ¿Y los viejos?... ¿y las niñas?... ¡sus hermanas, don Melchor! ¡recuérdese de la «nena»!

Por Dios, nena; no eres mi querida; ¡eres mi alma! Yo soy una mujer que tié que gastar en comer, y en vestir, y en zapatos, y cuando un zángano no dispone de posibles... ¿o es que me voy a guisar el aire? Cuando he tenido... y en cuanto tenga... Pus entonces güelves.

Eran retratos, y el joven explicó a Feli la grandeza de todos aquellos señores que mostraban sobre el papel su gesto leonino, mirando a lo alto con ojos ardientes de inspiración. Fíjate, nena; éste es Víctor Hugo, un semidiós. Cuando yo arregle mis libros, te daré a leer algo suyo.

Gran desconsuelo mostró Celinina al ver que no venían á completar su tesoro las dos únicas joyas que en él faltaban. El padre quiso al punto remediar su falta; mas la nena se había agravado considerablemente durante el día: vino el médico, y como sus palabras no eran tranquilizadoras, nadie pensó en bueyes, mas tampoco en mulas. El 24 resolvió el pobre señor no moverse de la casa.

Entonces demostró que en el fondo de su ser existían instintos y sentimientos maternales; entonces que abrazó y besó con efusión tiernísima a la hija que había llevado en sus entrañas... Y tanto se excitó, que temiendo le diera un síncope, quitáronle de los brazos a la nena. «, que te lleven, que te quiten de mi lado... No merezco tenerte... Me tienes miedo, rica... Como que cuando seas mañosa, no te dirán 'que viene el coco', sino 'que viene tu madre'. ¡Ay, qué pena!... Pero estoy conforme.

Palabra del Dia

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